Cuando la pequeña Emilia Baranowska escuchó el segundo movimiento de la Sinfonía Heróica de Beethoven, algo despertó en su interior. El violonchelo le había conquistado, así que con nueve años cambió los estudios de piano por este instrumento. También dejó los estudios de piano el entonces quinceañero Jean-Paul Imbert. Al escuchar el órgano de su iglesia, decidió cambiar "porque sonaba como una orquesta". Los dos músicos y amigos, que se conocieron hace diez años, confiesan estar enamorados del instrumento que con tanta maestría tocan.

Hoy, a las 20.30 horas, ofrecerán al público de Málaga, en la Catedral, una combinación de órgano y violonchelo. "La mezcla suena muy bien, aunque hay que tener cuidado porque el órgano es un instrumento muy potente y puede tapar al violonchelo", explica Jean-Paul Imbert.

La pareja musical trató de ensayar ayer por la mañana en la Catedral, pero el ruido de las obras de restauración se lo impidió.

Después de comer, con una máquina abrillantadora como única molestia, sorprendieron a los turistas que visitaban el templo con la suite número 3 para violonchelo de Bach, acompañada por el órgano.

Emilia Baranowska considera que el violonchelo es un instrumento muy especial "porque recuerda a la voz humana". Doce compositores han escrito especialmente para ella y su violonchelo es `personalizado´, fabricado por un luthier francés.

También Jean-Paul Imbert, que está entre los cinco mejores organistas del mundo, ha tocado piezas compuestas expresamente para él: "Es un regalo muy especial porque el compositor espera algo de ti". Los músicos coinciden en preferir el contacto del público a las grabaciones y en que, para tocar en directo, hay que tener una disposición especial que mueva a entregar "algo de ti" a la audiencia. "Si no es así, para eso escuchas un cedé", dice Imbert.