Los que nunca corrieron delante de los grises, ni conocieron más manifestaciones que las de la plaza de Oriente, sabrán ahora la cantidad de gente que conoces manifestándote, cómo a la cuarta manifestación los conocidos ya te parecen de tu familia, y hasta cuánto se liga detrás de una pancarta, más que sacando a pasear al perro. Lo mismo este verano cambian la playa por la `mani´, chica, `qué diver´. La derecha ha comprendido ya, afortunadamente, la eficacia de los que por ocupar la calle fueron llamados antes perros ladradores o irresponsables. El PP sale a manifestación por sábado: uno, el pasado, con las víctimas del terrorismo; otro, hoy, en Salamanca, para que España no acabe con sus archivos, y la semana que viene, con los curas, procesión-manifestación contra el matrimonio homosexual, seguramente con un estandarte de san Sebastián y con las pancartas de las víctimas de los abusos sexuales de sacristía. Todo eso sin contar con las algaradas regionales contra el gobierno central, ya sea por el agua en Murcia o por lo que fuere donde sea. De la España única o la plural pasaremos a la España en movimiento, o del Movimiento, que no sé si es la solución de España para algunos. Pero hay que celebrar este nuevo gusto por la pancarta : aporta vitalidad a una democracia como la nuestra, muy diezmada a veces por los modos abruptos de cierta involución. Y como las manifestaciones se hacen para que el gobierno escuche al pueblo manifestado, y Zapatero responda, manifestándonos todos, todas las semanas, acabaríamos por lograr un diálogo directo pueblo-gobierno, a asuntito por semana, que prescinda del parlamento y de los partidos y establezca unos procedimientos democráticos de exigencias más puntuales y cercanas. Una democracia más extravagante y trabajosa, pero más diver, chica, más diver.