Era un adiós anunciado pero aun así ha estado lleno de silencios cobardes y mezquindad. María San Gil se ha ido de la política por los mismos motivos por los que llegó: por coherencia personal, por no querer hacer de la cosa pública un paripé. Dice adiós con una carta a los afiliados del PP donde hace todo un tratado ético y saca los colores, sin nombrarlos, a muchos compañeros que se han dedicado a descalificarla. La táctica es tan antigua como la política y se practica en todas las formaciones. Se trata de fijar un objetivo que se aleja de la ortodoxia de unas siglas y hacerle vulnerable en lo que más duele: lo personal. "Es intolerable que María haya pasado de ser Juana de Arco a Juana la loca", denunció Iturgaiz cuando detectó la miserable campaña de descalificación personal a la que la estaban sometiendo desde al calle Génova.

Si de muestra vale un botón, en plena batalla precongresual de Valencia un altísimo dirigente del PP, con el que compartíamos mesa y mantel un grupo de periodistas, nos soltó de pasada la siguiente afirmación: "Es normal que después del tratamiento de su cáncer, esté deprimida y quiera dejar la primera línea de la política. Lo que le ocurre a María más que una cuestión de principios es que está pasando una mala racha". Era la descalificación perfecta para quitarse del medio a una persona que se ha convertido en la conciencia crítica del PP, una figura que resultaba molesta y decía alto y claro que había perdido la confianza en el líder de su partido.

María tira la toalla no porque no tenga ganas de luchar, sino porque se ha sentido abandonada. La traición y la deslealtad de los ajenos es dolorosa pero cuando viene de los tuyos te rompe el corazón. El mismo Rajoy que proclamaba que la dirección de su partido siempre tendría un lugar reservado para ella sentaba en su lugar a María del Mar Blanco. María se va con el sabor amargo no de la derrota sino de la deslealtad. Se va pero lo hace con la dignidad intacta. Claro que, en los tiempos políticos que corren, en los que lo importante es sobrevivir, casi parece una obscenidad. Adiós a una mujer valiente y libre, un espejo en lo que muchos son incapaz de mirarse porque lo que ven es demasiado honrado.