La bolsa vivió esta semana el mayor desplome desde la creación del IBEX 35. Dede principios del año, los inversores han visto volatizarse casi un 30 por 100 de su riqueza. Por su parte, muchas compañías se enfrentan a un escenario en el que su valor bursátil se derrumba mientras la carga financiera de sus deudas crece. La situación de algunas grandes compañías del sector de la construcción comienza a ser desesperada. Si hasta ahora han ido a la bancarrota buen número de pymes, la crisis comienza a cebarse en las hasta hace un año invulnerables corporaciones del ladrillo. Fadesa lleva el camino de Colonial y pronto le seguirán otras porque esto sólo ha empezado. Si se tiene en cuenta que el ´parquet´ anticipa con una antelación de un año el comportamiento de la economía, la recesión está servida.

El Banco de España responsabiliza a los beneficios empresariales de la inflación. Esto es una falacia técnica y un ejercicio de distracción política. En cualquier caso, si eso fuese así que no lo es, pronto desaparecerá esa tensión inflacionista porque los excedentes empresariales se van a estrechar y, en muchos casos, a desaparecer en los próximos trimestres. Por añadidura parece poco sensato atacar a los beneficios en estas circunstancias. ¿De dónde van a salir las inversiones y los empleos si las compañías, como va a pasar, empiezan a perder plata y/o a ganar mucha menos? Los socialistas no se enteran y su falta de ideas para afrontar la crisis les lleva por el camino de los disparates económicos.

La vicepresidenta ha afirmado con rotundidad que los trabajadores no van a ser los paganos de la ´desaceleración´. Esto es una broma porque ya lo son. De entrada, el grueso de la población española vive de ingresos procedentes del trabajo y, obviamente, el brutal incremento del paro les priva de ellos o, al menos, de una parte sustancial de los mismos. Al mismo tiempo son las familias españolas quienes se ven obligadas a pagar unas hipotecas más caras, a ver encarecerse día tras día la cesta de la compra etc. La ficción de una esforzada España de gente que trabaja y otra que, según parece, vive a su costa es eso, una ficción y, peor, una muestra de la demagogia gubernamental.