Una de mis hijas, Candela, de casi seis añitos, me ha dicho que es imposible. Ella es experta en puzzles y no precisamente de Mickey Mouse. El otro día me observó mientras leía del futuro bulevar sobre las vías del tren y se interesó por mis anotaciones, no por el bulevar. Le contesté que estaba tratando de hacer un puzzle de mayores y que no había forma de encajar las piezas. Me preguntó que si tenía todas y la verdad es que no supe que decirle. Releí los papeles y fui a buscarla a su cuarto y le dije que sí, que me faltaban piezas. Le conté que los creadores del juego están todo el día peleándose, cambiando las fichas y que cada uno ha escrito unas instrucciones diferentes. Se volvió hacia mí y me soltó que esos creadores eran unos tramposos. Que no pueden vender puzzles a los mayores y cambiar las piezas. Me contó que en su cole la ´seño´ castiga contra la pared y sin recreo a los niños que rompen un puzzle o cambian las fichas. Me encogí de hombros y dudé en explicarle lo difícil que resultaría dejar sin recreo al Ayuntamiento de Málaga, la Junta de Andalucía y al Gobierno de España. Me ahorré el pensamiento y a cambio le ofrecí una versión más dulce:

–Mira, Candela, los creadores de este juego no son muy amigos y aunque el dibujo del puzzle es el mismo para los tres, cada uno tiene piezas diferentes y, claro, no encajan. Varias veces han intentado jugar juntos, incluso hicieron un puzzle entero de una estación con un tren que se llama AVE y luego hicieron una fiesta con globos y chuches. Invitaron a todos sus amigotes. Menudo fiestón, Cande. Pero fue apagar la tarta y se enfadaron otra vez. Cuando los mayores ya creíamos que podíamos hacer el juego del bulevar, van y lo cambian. Así llevan cuatro años y, claro, hay muchos mayores en San Rafael, El Copo, Nuevo San Andrés o Dos Hermanas enfadados por que no pueden disfrutar de su bulevar.

Me miró y soltó un lacónico:

– Papi no quiero ser mayor y tu puzzle es un rollo. Nunca lo vas a terminar.