El candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba –¿RP, al estilo ZP?–, ha puesto la banca en el punto de mira, convencido de que los poderes económicos y los bancos deben compartir el coste de la salida de la crisis, de modo que ésta no recaiga solo en los sectores más afectados por la misma; es decir, los trabajadores. En ese sentido, se ha hecho dos preguntas que también se venía haciendo la gente de la calle desde hacía meses: «¿Por qué los bancos dieron hipotecas de alto riesgo? ¿Quién tiene más responsabilidad: quien la pide o quien la concede?». Le ha faltado una tercera: ¿Por qué consintió y toleró esa situación el gobernador del Banco de España, socialista al igual que Rubalcaba, y cuyo nombramiento dependió del Gobierno de ZP?

Cuando Rubalcaba tenga esas dos tardes que el ex ministro Jordi Sevilla le decía a Zapatero que son necesarias para entender la economía, seguramente también reparará en una cuarta cosa: el Banco Central Europeo, cuya influencia en España es superior a la de la banca y a la del propio Banco de España. Se supone que Rubalcaba ya sabe que el Tratado de Maastricht dio al Banco Central Europeo el mandato de asegurar la estabilidad de precios en la Eurozona; es decir, el BCE no está obligado a preocuparse por el empleo, como sucede en el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos, y ahí se produce un grave inconveniente para España, cada vez que vienen mal dadas. Si Rubalcaba quiere hablar en serio de la banca, debe analizar donde está su poder y qué reguladores pueden cortarle las alas, ya que el problema financiero español no se arregla con un par de titulares ni tampoco con buenas intenciones. España y Europa –la Eurozona– están en la práctica en manos de Alemania, que dicta la política macroeconómica, incluida la monetaria, con criterios neoliberales, cuyos resultados son bien conocidos: avanzan las rentas de capital y retroceden las rentas del trabajo.

En América Latina ya se ensayaron ajustes como los que ahora se les aplican a países como Grecia y Portugal –a España no tanto– y ya se vio el (mal) resultado, porque sin crecimiento no puede haber empleo. Si Rubalcaba quiere ser RP va a tener que profundizar un poco más en este inmenso jardín de la banca y el poder.