Esta Cuaresma escribía sobre traslados para la revista digital latribuna.org y debatía sobre los traslados, esos tránsitos necesarios de los sagrados titulares que en Málaga se realizan porque, afortunadamente, nuestros tronos no caben por los dinteles parroquiales. Los traslados bien podrían considerarse referentes de la peculiar manera que tenemos de concebir en Málaga la Semana Santa. Pero del uso y costumbre al abuso y empacho hay una delgada línea, dos marchas y tres calles. Defiendo los traslados y los defiendo con todo su boato dentro de la sencillez que debe presidir un acto de estas características pero critico aquellos que se han convertido en anticipos de la procesión. También como una forma de incardinar a la cofradía en su entorno, de recorrer calles de la feligresía que se obvian en la salida penitencial por esa obsesión que existe de llegar lo antes posible a la Alameda y ese temor a que los tronos se hundan si se callejea por el barrio antes del encierro. Sí. Repruebo a quienes piensan en salir para volver en vez de para cumplir con la misión evangelizadora propia de los cofrades y hacerlo por los rincones más apropiados, aunque sean más largos, estén más lejos o las curvas sean más ajustadas y complejas en su maniobra, más que quienes contratan dos bandas para el traslado de sus titulares. No lo puedo evitar. Pero entiendo que hemos elegido procesionar de una forma y ahora no estaría dispuesto a renunciar a ella.

Así que los traslados pueden ser un recurso eficaz. Porque pienso además que la distancia más corta entre dos puntos a veces no es la línea recta. No obstante, no puedo compartir que para recorrer esa escueta línea se tarden dos horas de más. La víspera no puede convertirse en la fiesta. El trailer no puede ser la película. Ni el aperitivo el almuerzo. Aunque esto no impida que se pueda disfrutar de todo desde un punto de vista cofrade.

Tampoco entiendo la inusitada premura por llevar las imágenes a la casa hermandad, apartándolas del culto diario en su sede canónica durante larguísimas jornadas. Y es que cada vez se hacen antes no se sabe bien por qué. O que por emular a quien lo lleva haciendo así toda la vida, sin base o explicación posible, se cometan excesos litúrgicos en los que ambos titulares comparten andas cuando, obviamente, Santa María no estuvo presente en esos episodios de la Pasión de su Hijo. Los primeros traslados del Cautivo, que recuerdo de viejas fotografías en blanco y negro, se hacían en pequeñas parihuelas independientes y nadie, ni los más mayores, saben decirme el motivo por el que comenzaron a salir juntos. Puede que por una funcionalidad que ha ido extendiéndose a otras cofradías con el paso de los años, aunque se ha prodigado precisamente en los últimos. Y en absoluto comprendo los traslados a ninguna parte: salir de un lugar para volver al mismo.

Por eso pienso que en esto de los traslados hay quien peca por exceso y que esta conducta perjudica a los justos. Que aquí tampoco conviene generalizar. Ayer el Centro era un hervidero. Vísperas.