El jueves 29 de marzo a las diez de la noche miles de personas se congregaban o deambulaban para ver al Rico en su traslado por las inmediaciones de la plaza de la Merced. A ojímetro y por la vestimenta, practicando sociología portátil, no pocos de ellos bien podrían haber estado unas horas antes pegándole gritos a una vieja por no respetar la huelga general o ser honrados sindicalistas que en los días previos redactaran llamados a la revolución. O incluso ser gente que se paseara con bandera de la CNT al hombro. La cosa es no perderse una.

Los grandes promotores del Carnaval lo son también de la Semana Santa. Durante dos meses se promulgan las virtudes de la sensualidad y la carnalidad, se le da culto al cuerpo a Dionisio y a Baco y luego se envuelve uno en incienso y se pega la cuaresma sin comer carne. Perfecto. No lo criticamos, lo anotamos.

El ser humano es versátil, contradictorio, cambiante, funciona a veces con compartimentos estancos y es bueno que así sea por eso es tan difícil entender, teniendo en cuenta esa forma polédrica de nuestra mente, lo variado y compatible de la oferta vital, la radicalidad en la que se está metiendo la vida española. El gris es un tono a exterminar. Blanco o negro. No hay más. Bueno, sí hay. Pero gritan menos. O, de ahí su virtud, no les gusta gritar.

La prensa se hace militante y cuando la pobreza entra por la puerta la radicalidad entra por la ventana. No es extraño en un país en el que lo normal es dar el último adiós (como si hubiera primero) a Franco en su capilla ardiente para ir por la tarde a ponerse el traje de rojo y hacer la transición.

La gente evoluciona sí, pero no de la noche a la mañana. El compromiso es a condición de que no sea para siempre. Los dogmas se abrazan en días impares. Los mismos que no apoyaban una huelga hace muy poco la apoyan ahora por las mismas razones. La vida es del color con el del cristal con que se mira. Algunos nacen con cristal incorporado.

El jueves, día de la huelga general, hubo gente que buscó descorazonada un sitio donde tomar café, luego se hizo piquiete y cerró bares para tomar café sin olvidar de recoger a la santa para ir de noche a lo del Rico. Seguramente no es malo que así sea, a condición de que en cada momento vital no se lo tome todo uno como si le fuera en ello la vida.

Luego está la gente monocolor, mono idea y dogmática, no hablamos de los que tienen sanas convicciones, sino de los que tienen una. Gente de un solo libro, la Biblia o el Corán o El Capital.O lo peor, ningún libro. Impermeables. Inexpugnables. Radicales no de ir a la raíz, sino de odiar cualquier otra visión del mundo. Son los peores. Mejor ser cofrade y revolucionario a condición de que no se obligue a nadie a ser ni lo uno o lo otro. Si el Papa y Fidel en su reciente encuentro en La Habana se hubieran intercambiado una idea tendrían dos cada uno.