El jueves se constituye el Parlamento andaluz, que presidirá un miembro de Izquierda Unida. Los pendientes se harán compatibles con la corbata y juntos subirán al sillón, si bien Antonio Sanz, dirigente del PP, afirma que presentarán como candidata en la sesión a Esperanza Oña. Oña se prestará voluntaria para la primera derrota del partido más votado y su partido deslizará el mensaje de que ella es Primus inter pares. Otra cosa es que haya quién le vea menos perfil institucional que a un legionario, dicho sea esto para resaltar el perfil de combatiente de la aún alcaldesa de Fuengirola.

IU dará el sí quiero a Griñán, que ha tomado Pharmaton e izquierdina y se dispone a compartir pacto y tal vez Gobierno con las gentes de Diego Valderas. Pueden ser dos Gobiernos en paralelo o un Gobierno trufado de gentes de ambos partidos. La clave está en si las Consejerías que IU administraría serían también monocultivo: o sea, también de IU el viceconsejero, los directores generales, delegados provinciales, etc.

A Moreno Brenes todo el mundo lo cita como posible consejero e IU ya se ve en la tesitura de los grandes: componer y recomponer su puzzle: que corriera la lista en la capital, que Brenes fichara a su vez a alguien para cargo de confianza, que fichara a altos cargos… Entretanto, en el PP malagueño, ajenos a las claves y los dimes y diretes del Partido Popular regional (sí, Oña va por libre) se entretienen en remirar el mapa por ver donde rascar más poder. La obsesión se llama Benalmádena.

Griñán es el Asterix del PSOE y Javier Carnero es el dolor de cabeza de Bendodo. El sueño de Arenas era ir de Nerja a Estepona pasando sólo por territorio popular. Ahora es que la legislatura sea un desastre, pasto de golpes mediáticos, turbulenta y corta. Tal vez cuando en estos días alguien le hable de Benalmádena piense en que sus problemas ahora son otros. De supervivencia política incluso. Arenas ha dicho que no será ministro de Rajoy. Cuenta con que tenemos memoria de pez. No dice si será candidato por quinta vez y pone cara de acelga cuando se le cita a Fátima Báñez. La ministra tiene tanto carisma como el que tenía Teófila Martínez. Bueno, fuera de Cádiz, porque allí arrasa.

El riesgo para el PP es que el inmovilismo/miedo para abordar la sucesión de Arenas lo haga retroceder en perspectivas electorales, «penetración de mercado» y confianza política. Cuando el jueves Valderas y Griñán se den la mano habrá decenas de fotógrafos para inmortalizar el momento. Tal vez en ese instante salga por una puerta trasera el infatigable Arenas. Palmeando espaldas, llamando campeón al que encuentre a su paso, buscando el foco en otro sitio. Veinte años no es nada. Febril la mirada.