Hoy arranca una nueva edición de la Feria del Libro de Málaga, una cita que, según cuentan sus responsables, lleva más de una década en declive. Cada vez son menos los malagueños que se asoman a las casetas del Paseo del Parque a comprar novelas, relatos o cuentos. Y cada vez es más escaso el apoyo institucional que recibe la convocatoria. Pero a la hora de hacerse la foto, nadie quiere estar fuera: Ayuntamiento, Diputación, Junta de Andalucía, Universidad..., todos se postran ante el objetivo para llamar la atención sobre las actividades que cada uno realiza por separado.

Y todos a una intentan, sin conseguirlo, que no se airee mucho que el presupuesto de la feria de este año ha menguado a la mitad. En los de un signo político, esta actitud despectiva hacia el libro parece normal: si van a recortar en Educación y a modificar la asignatura de Ciudadanía qué más les da aplicar la tijera a este encuentro donde un objeto con hojas escritas es el protagonista. Los del otro lado se escudan en sus sesudas estrategias de impulso a la lectura que tan nulos resultados están dando pero que viste mucho a la hora del autobombo. Y la cosa sigue así: que si yo traigo a Javier Moro y a Manuel Vilas. Pues yo he invitado Molina Foix y presento una antología de Juan Manuel Bonet. Anda pues yo organizo una nueva entrega de un ciclo llamado Wildreader...

Ninguno de ellos se adjudica, cosa lógica, la desaparición de la caseta de información ni la ausencia de megafonía y servicio de azafatas. Tampoco se hacen responsables de que el número de casetas participantes haya descendido un 25 por ciento. Bueno, en cierto sentido ellos no organizan la Feria del Libro de Málaga. Sus organizadores son la Asociación Provincial de Librerías y Papelerías de Málaga y la Asociación de Editores de Andalucía. Las instituciones son sólo patrocinadores, aunque como tales poseen la capacidad de hundir en la miseria aquello que patrocinan. Espero que esta noche Francisco Ruiz Noguera , que pronunciará el pregón inaugural, llame la atención a los políticos y les saque los colores por este abandono de libro practicado a nuestra Feria del Libro.

Aunque culpar únicamente a los que gestionan los recursos públicos es un recurso manido y nada constructivo. Vale que el apoyo institucional ha caído un 50%, ¿pero era necesario esperar diez años de pérdida de público y deterioro estructural para sentarse a analizar los problemas de esta feria? ¿Nadie ha reparado en que hay una cosa que se llama libro electrónico y que hace años que han cambiado los modos de lectura, publicación, edición, distribución y venta? ¿Nadie sabe que ya no hace falta ir a la Feria del Libro para encontrar aquel volumen que llevabas buscando siglos puesto que ahora todo está en Amazon o eBay? Los libreros y los editores también son culpables de que la cita haya estado a punto de desaparecer. Porque tampoco vale pedir ayuda a las arcas públicas sin hacer autoanálisis y autocrítica. Ojalá que la recién estrenada Asociación Feria del Libro logre frenar esta caída al abismo que tanto daño hace a lectores y autores, los grandes perjudicados. Nos vemos en el Parque.