En el llamado «caso Dívar» hay algo dramático, incitante para una sensibilidad literaria. Era obligada la «dimisión» (de hecho una expulsión por sus compañeros del Consejo), e incluso cabría censurar que, por corporativismo, no se hayan exigido otras responsabilidades. Y sin embargo es difícil no compadecerse ante el daño de una persona que habría acumulado a lo largo de una vida un capital de honradez, y al final de su carrera lo ha visto trocado en oprobio a causa de una manifiesta (e indisculpable) ligereza, en la embriaguez que provocan las alturas de cualquier poder. Y por último, ya de lleno en la literatura, si son ciertas las insinuaciones habría algo humanamente conmovedor en la historia personal que estaría detrás de las famosas cenas y fines de semana «caribeños». ¿Resultaría absuelto Carlos Dívar por el gran jurado de la gente corriente si tuviera el valor de contarla?