Como todo encuentro de antiguos colegiales, el de la promoción socialista del 82, en el Palacio de Congresos de Madrid, habrá sido entrañable. El tiempo lo cura todo: ambiciones, rivalidades, despechos, sueños, pesadillas y hasta ideas. Qué fue de cada uno, qué le pasó a este o al otro, quién se fue antes de tiempo, lo bien que aquel se conserva, los buenos recuerdos en almíbar, los malos ratos ya edulcorados, lo grandes que hemos sido, aquella travesura juvenil, etcétera, son siempre el ruido de fondo, tras el decorado y los discursos, de estas celebraciones respetabilísimas. ¿Servirá esa mirada dulce por el retrovisor para acertar luego en la ruta? Ese ya es otro asunto. El mundo, y España en él, han cambiado demasiado desde 1982, y tener una idea acerca de qué hacer (aparte de andar más por el centro o menos) exige una actitud intelectualmente radical, lejos de la moral de jubileo.