Casillas no se acomoda en el banquillo. Malo si lo hiciera. Por eso, y consciente de su presente, mira al futuro. «El mejor portero en la historia del Real Madrid y en la historia de España», según frase de Florentino Pérez, su presidente, no reta a nadie sino a sí mismo, no desafía a nadie sino a su propio orgullo al haberse marcado un plazo para recuperar la titularidad, tres meses,€ o empezar a pensar en hacer la maleta.

Asegura Casillas que lucha entrenamiento tras entrenamiento por volver a recuperar su puesto, y por lo poco que le vemos este año, con la selección o en la Liga de Campeones, puede dar la impresión de estar más serio, más triste, pero ni mucho menos falto de forma.

Los porteros son tipos raros. Solitarios en un deporte de equipo; a los que nadie corre a abrazar tras un gol a favor pero a los que todos miran tras uno en contra. Valdés se va del Barça envuelto en una nube de sinrazones públicas y Casillas advierte que si en tres meses no recupera la plaza es que no tiene plaza. Es decir, que se buscará otra. Normal. Es jugador de fútbol y su objetivo es jugar. No por su nombre, su pasado o su DNI que diría Mourinho, sino por sí mismo, por su necesidad vital de sentirse importante para el equipo. Hay jugadores que pueden vivir en el banquillo esperando su ocasión, pero tipos como Casillas (como antes Raúl) es lógico que prefieran emigrar a prolongar absurdamente una carrera en la que ya ganaron todo lo ganable. ¿Messi en el banquillo del Barça? ¿Cristiano en el del Madrid? Antes que «apolillarse» siempre quedará la opción del Cosmos neoyorkino o el Al-Sadd qatarí.

¿Pulso de Casillas a Florentino? Puede entender así, claro. Pero no diferente a los pulsos a los que tanto recurre el presidente madridista cuando se encapricha de un jugador con contrato al que empieza por pedir que haga público sus deseos de jugar en el Madrid. La lista es larga: de Figo a Bale. Casillas, en el fondo, ha cumplido con el estilo fijado por su presidente. Él también quiere jugar en el Madrid.