Muchas veces cuando damos una definición del voluntariado incluimos en ella que éste debe ser desinteresado, pero no debemos perder de vista que las personas tenemos intereses. Intereses por transformar su entorno, ayudar a los demás, dar lo mejor como personas, compartir inquietudes... Por capricho etimológico y uso del lenguaje, al hablar de intereses, no podemos evitar que a nuestra cabeza venga algo negativo u oscuro. Sin embargo, si nos quedamos con el sentido en sí de la palabra y buscamos otro sinónimo, como podrían ser las motivaciones, la cosa cambia. Las motivaciones mueven a las personas, no llevan implícitas algo negativo y responden a necesidades evolutivas, que en este caso nos animan a participar en determinada entidad, para perseguir objetivos comunes. Eso sí, debemos realizar una puntualización al abordar este tema y es que, aunque la participación va implícita en el voluntariado, no toda la participación es voluntariado.

El voluntariado de una entidad es aquel que trabaja en la consecución de unos fines específicos, fines nada personalistas, sino que más bien actúa pensando en la comunidad, siguiendo unas pautas coordinadas, asumiendo dicha condición de manera responsable, reflexiva y solidaria, estando dispuesto a mejorar y formarse para que su actividad sea mejor cada día y que ello redunde para bien en la sociedad.

En lo que se refiere a la participación del voluntariado, una de las cosas que no podemos desechar es que ésta debe ir acompañada de un reconocimiento, ya que a veces estamos tan inmersos en la actividad que si no tenemos cuidado se nos puede quedar en una declaración de intenciones. La participación del voluntariado aporta una incalculable valía en tres dimensiones: La primera, el valor que aporta a la sociedad; la segunda, el valor que aporta a la organización en la que trabaja a diario; y la tercera, el valor que aporta a la propia persona voluntaria. Solamente si tenemos en mente estas tres dimensiones podremos percatarnos del alcance y la importancia de un buen reconocimiento de la actividad voluntaria.

El reconocimiento del voluntariado debe ser sincero y amable. Ciertamente, nos vienen a la cabeza mil y una formas de ser amables y hacer sentir bien al voluntariado, pero en el momento en que dicha actitud se convierte en algo mecánico pierde todo el valor y se queda en un mensaje vacío y repetitivo carente de esencia, como un simple tratamiento de cortesía. En el reconocimiento no solamente debemos dar respuesta al qué y cuánto sino también al por qué, el cómo y el para qué se hace. Y obviamente, las respuestas a dichas cuestiones solamente podemos encontrarlas en una profunda reflexión, acompañada de espontaneidad, sinceridad, cariño y sentir ese reconocimiento como algo vital para cualquier persona.

Tomás Cantón es director provincial de Voluntariado de Cruz Roja Málaga