Quién dijo que hay penas? Ninguna, o casi. Hasta si os queréis casar hay muchas más manos dispuestas a daros las bendiciones, por lo civil, claro. Según me dice mi abogada favorita cada vez hay más junteras decentes y menos compromisos escritos. Pues, ¿qué queréis que os diga.
Las familias debemos permanecer al margen, neutrales, porque si a la pareja les va mal os señalarán con un dedo y si les va bien ni os lo agradecerán. Siempre ha sido y seguirá siendo así, por los siglos de los siglos. El que se mete a redentor sale como el gallo de Morón: sin pico y desplumado.
¿Qué les parece el color de los nuevos uniformes malaguistas? Sin tratar de ofender, a los mayores nos recuerdan a los hábitos que llevaban nuestras abuelas o nuestras titas solteras para recordarle al Cristo de Medinaceli de que no se olvidara de aquellas criaturitas que no paraban de bordar y bordar docenas de juegos de cama y mesa que nunca llegarían a disfrutar. Quizás les traiga buena suerte... Al menos eso pensamos las de mi pandilla que, entre todas, sumamos ni se sabe de años porque cinco de ellas llevan cuatro años cumpliendo sesenta y cinco ¡Pobrecillas!
Con el paso del tiempo se les ha olvidado que todas hicimos la Primera Comunión el mismo día y todas teníamos siete añitos, y yo cumplí el cinco de julio o sea, hace unos días, setenta y cinco. Y no es mi intención hacerles daño porque, aunque nos quitemos cuatro o cinco años no dejamos de ser como somos, divertidas, inteligentes, monas y malas, malísimas.
¡Qué disgusto, madre mía! Ya andan a la greña Ciudadanos y nuestro alcalde. No me puedo creer que se pelee por un «quita para allá ese florero». Lo que yo digo: Hay que cuidar las nuevas compañías.