De niño me gustaban las tormentas, ahora un poco menos. En mi pueblo de la vega granadina, Chauchina, cuando en los otoños pintados de cobre por las hojas de los chopos, del tabaco que colgaba en los chozones y por las matas de maíz huérfanas ya de las mazorcas, a la espera ser segadas, sonaba la tormenta, aparatosa de truenos y lluvia con gotas que parecían abrirte la cabeza, unos cuantos amigachos nos íbamos al río Genil para verlo crecer, con una agua turbia, color chocolate. La norma era volver empapados de agua y la norma era probar la suela de la zapatilla de la madre para entrar en calor. En el camino de vuelta, salía el sol, se despejaban las nubes y el cielo era de un radiante azul casi cobalto.

Me venían estos recuerdos al hilo de lo que pasa en España, con tormentas políticas que parecen querer descuartizar los cielos y son eso, nada más que tormentas. Soy de los que piensan que el caso Cataluña es una tormenta, con muchos truenos y rayos, si se quiere, pero al fin y al cabo, una tormenta aventada dentro y fuera de Cataluña. Esto es lo que me dicen algunos catalanes de origen, con muchos años afincados en nuestra tierra, con la experiencia de llevar el timón de importantes empresas en la Costa del Sol, que afirman que la pela es la pela y la independencia es un reto trasnochado en la Europa de hoy, que se diluirá como un terrón de azúcar y no irá a más pese a que hay cerca de dos millones de catalanes favorables por esta opción, pero son más los que dicen no.

Y tormenta la que se cierne sobre la Cámara andaluza y la Junta, con la comisión que investigará el mal uso de los fondos dados a los cursos de formación, que no avanzará mucho sobre la investigación judicial en marcha, pero en la que el PP andaluz quiere lanzar rayos y truenos sobre la presidenta andaluza, Susana Díaz pese a que los hechos investigados terminan en el año 2012, cuando no había llegado al poder. Y para tormenta la que se avecina en la elaboración del presupuesto que habrá de gobernar a Andalucía en el año 2016, con la consejera de Hacienda, María Jesús Montero luchando a cara descubierta contra los rayos, truenos y agua tormentosa que le llega por la cada vez más airada ventolera que levanta el ministro Cristóbal Montoro, capaz de poner a resguardo de la ventolera las arcas estatales y dejar a la intemperie las economías autonómicas, en especial a la andaluza. Y en este tiempo tormentoso en el que entramos no debe extrañar a nadie que la Cámara andaluza entre en ebullición con el PP, Podemos e Izquierda Unida animando el cotarro político y llevar a Ciudadanos a dejar de ser el pararrayos del PSOE.

Uno, en su largo peregrinar por el mundo, ha resistido tormentas de arena en desiertos cerca de Tombuctú, tormentas tropicales en cayos cubanos y hasta una estremecedora noche de viento y rayos en el cabo de San Vicente, por Sagres, en una noche vicentina digna de recordar porque al llegar al refugio se nos sirvieron dos largos tragos de medroño y de amarguiha para acompañar un dulce, extremadamente azucarado, que llaman «Don Rodrigo» y que es, por lo visto, el dulce nacional portugués, mucho más que el Dulce de Belem. Y no pude evitar enredar mis pensamientos de aquella noche con la noche que vive otro don Rodrigo, éste con apellido Rato, que a la vista del dinero que le han perdonado, o se ha llevado ganso, o ha derivado a los sumideros de su bien pertrecha ingeniería financiera, es, con mucho la tormenta perfecta, o eso parece. Porque ahí lo vemos como el santón de la derecha liberal y pepera, el salvador de la patria, el que mereció elogios superiores a los que yo pude hacer en aquella noche a «don Rodrigo», el postre, pero que en este caso, baste poner como garantía «don Rodrigo «y se abre el cielo con un préstamo de 6 millones de euros, como si tal cosa. Don Rodrigo Rato era y es un bizcochito que todo el mundo se quería rifar, entre otros su amante financiero, actual presidente del BBA, Francisco González que cada mañana que se levanta, se levanta 15.470 euros; o sea, levantar por dos veces. Yo tengo una deuda con Hacienda, creo de escasa cuantía, y me persiguen hasta en la ducha. ¿Qué es de don Rodrigo que incluso llegaba a cobrar 40 mil euros mensuales por informes verbales? Dicen que se irá de rositas. Lo dicho, de mayor quisiera ser don Rodrigo Rato y con una corte de jaleadores a mi alrededor de tan acreditados y afamados nombres, tal cual Rajoy, Arenas, Esperanza Aguirre, Cospedal y, sobre todo, Aznar.

Entre la torticera tormenta financiera de Rato y el tres por cent (3%) de Convergencia (Pujol y Mas) me apunto a tirar como se pueda hasta final de mes pero con la libertad y la satisfacción inmensa, al menos virtual, de poder tirar de la cadena del wáter para que se vaya tanta mierda. Y eso, nadie me lo podrá quitar.