Circula como un mantra la lista de exconcejales (no necesariamente del último mandato de Paco de la Torre) que ahora ocupan otro puesto en el Ayuntamiento. A mí, salvo la lista de la compra, me gustan muy poco las listas. Recuerden aquella lista en la que se apostillaba que «el marido de la loli es de fiar». Las listas acaban por marcar con un único criterio a las personas, y las personas pueden valer o no independientemente de que estén en una lista.

Sí creo que hay que vigilar cómo se elige a los gerentes de las empresas públicas e incluso que haya menos cargos de confianza también me parece recomendable.

Ser exconcejal no te inhabilita para ocupar otro puesto de libre designación en el Ayuntamiento. Si hay alguno que no vale debería especificarse por qué, y si hay un método de elección que no es por méritos debería también apuntarse hacia ello, pero el mero hecho de ser exconcejal, hasta ahora, no es delito. Ahora bien quién sólo tenga ese mérito, quizá debería ser un demérito.

El asunto realmente ahonda, como siempre, en el problema de la selección de las élites o por qué en los partidos y por tanto en las administraciones más y mejores méritos no necesariamente te ofrecen más y mejores réditos. Ésa es la madre del cordero, listas abiertas y financiación de los partidos, pero luchar contra eso es más difícil. Parece una tarea a largo plazo y al final es poner patas arriba el sistema que rara vez contenta a una mayoría.

Una dirección política para una administración que cambie mínimamente con los cambios de concejales y que éstos dejen tareas de propaganda de partido como si fueran de gestión pública podrían ser dos buenos ingredientes de una receta para el cambio. De momento no ha cambiado nada. A nadie le interesa.