Papa jesuita, no franciscano, por Josefa Ortega Oliar

Me parece muy bien que el Papa haya comenzado el año criticando el «río de miseria» que hay en el mundo, como hace poco advirtió de que las riquezas que no se comparten generan corrupción, y él mismo adoptó el nombre de Francisco para indicar su atención hacia los más pobres. Pero pasan los meses e incluso los años de su pontificado y no veo que los grandes beneficios del Banco Vaticano -aún después de excluir algunas cuentas de mafiosos y dictadores- vayan a parar a los más pobres, ni siquiera entre los católicos; y que tampoco vende ni uno sólo uno de los miles de edificios, muchos de ellos en franco desuso, de los que tiene en la misma Roma; o que convierta alguna de las miles obras de arte de sus palacios en una obra de caridad de las que exigía Jesús a sus seguidores. Los bellos sermones de este papa tan jesuita, por más que intente disfrazarse de franciscano, serían eficaces si, además de predicar, diera algo del trigo que se pudre en sus graneros; pero sus palabras vacías de contenido consiguen lo contrario: provocar cada vez un mayor escándalo y alejamiento de la Iglesia de quienes quieren seguir las enseñanzas de Evangelio.