El periodista Patricio Ron publicó recientemente un trabajo sobre escritores olvidados. O, mejor dicho, sobre por qué son olvidados unos sí y otros no sin que forzosamente la resurrección u olvido tenga que ver con la calidad literaria. Hay modas, claro. Y estrategia editorial. Y derechos de autor que caducan. Son muchos los ejemplos de escritores olvidados (en realidad el no olvido es una excepción) o de otros que resucitan mucho después. En fin, el comienzo del texto de Ron es excepcionalmente delicioso: «Villiam Blades, quien estudió por primera vez de manera sistemática los peligros a los que están expuestos los libros, sostuvo en 1881 que estos eran el fuego, el agua, el polvo, la negligencia, los insectos, los coleccionistas, los libreros y los niños». Pero claro: ninguno de estos agentes tiene la culpa de que no se lea, por ejemplo, a Blasco Ibáñez. O a lo mejor sí se le lee y nos estamos pasando todos de listos. Digo yo que los miles y miles y miles de ejemplares que vendió en tantas décadas estarán aún en muchas casas...

A estas horas puede que haya un niño zoquete aburrido y abra Cañas y barro o Arroz y tartana. A Echegaray sí que no lo lee nadie. Premio Nobel. Dramaturgo. En muchas ciudades hay una calle con su nombre. O sea, que se ha granjeado un pasaporte para el no olvido. Pero sus obras no han resistido el paso del tiempo. O eso nos ha dicho algún crítico y no nos hemos molestado en comprobarlo. Se dice «voy de compras a calle Echegaray» o «voy a tomarme una cervecita en Echegaray», pero no se dice voy a leer a Echegaray. Yo vi Ghandi, gran película, en el Echegaray, que era un cine de mi ciudad al que todos los niños queríamos ir. Fue la última película que vi. Las butacas estaban ajadas, rajadas, malolientes; la pared estaba desconchada y los cortinones rojos de la entrada tenían lamparones. Hoy es un teatro. Funcional y moderno y municipal. Muchas veces la cultura tiene que ser municipal para que no eche peste. No estoy nada seguro de esta última frase pero me ha parecido a bote pronto sonora y ocurrente. Convendría que alguien escribiera una novela sobre Echegaray, con don José de Echegaray como protagonista y así sacarlo del olvido.. También a mí habría que sacarme de la inopia, donde llevo un buen rato. Hasta que topo con Fréderic Mistral en Internet. No sabía ni quién era. Escribía en occitano. Cágate! Miro una enciclopedia y no me puedo creer lo que leo: Mistral, recibió el Nobel el mismo año, 1904, que Echegaray. Ex aequo. Increíble.

Esto sí que es un casualidad o un aviso del destino. Que yo no sé interpretar, por supuesto. Mistral escribió una suerte de Romeo y Julieta y fue independentista provenzal. Tiene bigotones e incierta mirada. Vaya personaje!! La novela podría comenzar con un diálogo entre ambos minutos antes de la ceremonia de entrega del Nobel. Tal vez uno preguntó al otro: ¿tú cuánto tiempo crees que tardaremos en ser olvidados?