Tras la tormenta acaecida el pasado viernes, Málaga sonó a una sinfonía que hubiese encandilado al mismo Johann Wolfgang von Goethe cuando escribía su atormentado Fausto. La ciudad vibró -como también lo lleva haciendo sísmicamente en las últimas datas gracias a la banda del Mar de Alborán- y las emociones se entremezclaron entre el aturdimiento, el asombro y la ventura.

La música no es más que una secuencia de sonidos ordenados, un género de materialización del paso del tiempo a base de ruidos, ritmos y silencios. Su poder para provocar reacciones anímicas en las personas -desde la depresión a la fascinación- es tal que se ha transformado en el canto de toque de nuestro comportamiento como humanos. La capacidad para gozar con la música es una de las pocas habilidades diferenciadoras con el resto de nuestros socios los animales, e igual como nos sucede con el habla, se hace complejo creer en una jornada en la cual no escuchemos ni una sola nota musical.

Contando con ello, se reunieron hace unos días en la sala París 15 cuatro bandas amantes del ritmo en un concierto llamado A2A2. Estos apasionados músicos malagueños, como el caso de Havana Blues Band Club; Etiqueta Negra; Causas Perdidas y Desestresa2 concentraron a familiares y amigos en un concierto privado para darse -darles- un homenaje de virtuoso ritmo. Estos intérpretes consiguieron demostrar como una manifestación musical cuenta con una base emocional común, con independencia de sus estructura, tonalidad o ritmo, logrando una capacidad de sorpresa y un estímulo absorbente en el auditorio.

Es difícil negarlo, el ser humano es un animal musical y ese prodigioso lenguaje de notas y cadencia generados por estos melómanos nos hace acercarnos a nuestra naturaleza más admirable. Como bien plantea el filósofo Friedrich Nietzsche: «Sin música la vida sería un error». A disfrutarla.