Una mujer camina conmigo desde los tiempos del vacío, desde aquellos días en que nos guiábamos por el instinto, solo era seguro tener su mano sobre mi mano y todo lo demás era abismo. Juntos hemos construido un mundo en el que es posible creer en la ternura y desde donde es factible defenderse de todo el dolor de afuera. De esa mujer he aprendido las mayores certezas de mi vida, la fuerza paciente de la entereza, la claridad profunda del amor y la firmeza de saber esperar serenamente. Sin ella nunca hubiera sido el hombre que soy y no sé si hubiese llegado a ser nada. Todo lo que escribo, todo lo que hago, todo lo que insisto, es por la recompensa de volver a ella cada día.

Otra mujer sigue mis huellas hollando el espacio con las suyas propias. Esa mujer canta lo que yo he cantado y al mismo tiempo inventa su propio idioma de adjetivos relucientes y memorias emotivas. Esa mujer llena mi casa de una risa capaz de desbordar los cielos y esconde entre mis libros los versos que no escribe porque aun le sobra tiempo y le faltan prisas. Esa mujer es ya mi gloria y mi mayor acierto, la evidencia de saber que puedo irme tranquilo porque lo importante ya está hecho aunque nunca hiciera nada más.

Algunas mujeres, unas cuantas, me acompañan algunos tramos del camino. Me dejan mirar al fondo de sus ojos y participar del lado secreto del mundo, ese lado femenino y noble, afectuoso y sabio, de la confianza y del respeto. Hablar con ellas es iluminar rincones oscuros de la vida, los que jamás vería con mis ojos por más que los abriera, pues me faltaría inteligencia y entrega y compasión y fuerza.

Sin estas mujeres, sin todas ellas a mi lado y nunca detrás, la vida sería menos navegable, muchísimo más pobre y demasiado previsible.

Y todo esto viene a cuento por que cuando he sabido que machistas radicales de todo el mundo participarán mañana en concentraciones convocadas en más de ciento sesenta ciudades (entre ellas Barcelona y Granada) de cuarenta y tres países, a las que está vetada la asistencia de mujeres porque se busca reivindicar un concepto supremacista del sexo masculino construido a partir de ideas como la inferioridad intelectual de la mujer, no he sabido cómo reaccionar. El asco tiene eso, que anula casi todas las demás funciones y todo se concentra en las arcadas.