Salón de los espejos. 11 de la mañana. Todos nos enfrentábamos a nuestra propia imagen en el Ayuntamiento de Málaga. Convertidos en militantes de la causa sólo por estar allí nos veíamos reflejados junto a los demás, en su mayoría activistas homosexuales, transexuales, bisexuales, población LGBTI. Era otro 28 de junio y celebrábamos el día del Orgullo llorándolo tras la salvajada de aún no hace tres semanas en Orlando, la matanza en la discoteca Pulse donde chicos y chicas jugaban a bailar y a eso tan sexi, vital y complicado que es, a veces, amarse. 49 lo pagaron caro para siempre convertidos en diana indiscriminada del terrorismo religioso, una de esas patologías social y privada que sigue sin superar la Historia.

La Pulse es un local moderno, no como aquel Stonewall, en el Village neoyorkino, sin agua corriente y propiedad de la mafia que se saltaba la prohibición de vender alcohol. Para hacer caja se dejaba entrar a maricones y demás ralea antisocial para las leyes homófobas de EEUU en aquel verano de 1969. Aquél en que se produjo por primera vez un hecho, el de plantar cara a la policía en la redada que daría lugar a la celebración anual del Orgullo contra el prejuicio cada 28 de junio.

Hablamos de aquello en la los Premios Andalucía Diversidad LGBTI. También recordamos el papel de Sean Penn en la película sobre la vida de uno de los activistas en los años 70 contra la marginación y la intolerancia, el concejal Harvey Milk, asesinado en San Francisco, cuyo barrio latino, Castro, es referencia contra la homofobia y otras intolerancias intolerables. Y hablamos de la estupenda película Pride, que documenta la unión entre una asociación de gais y lesbianas con los mineros británicos en huelga en los 80.

En el Ayuntamiento malagueño, presidido por el popular Francisco de la Torre, se dieron premios, por ejemplo, a la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía (donde aún no se ha producido la alternancia socialista desde las primeras elecciones autonómicas); o al programa El Intermedio, de la Sexta, donde Wyoming no suele aplaudir al PP a diario. Puede parecer una bobada, ojalá lo fuera, pero como el sectarismo cotidiano sigue presente no sólo en lo trágico conviene valorar la tolerancia del Ayuntamiento de Málaga. Siempre conviene no dar nada por hecho porque todo está haciéndose. Lo normal no lo es si no exigimos que lo sea. Y lo intolerable se normaliza con facilidad si no advertimos que se está normalizando.

Algunos de los premiados lo saben en carne propia. Como Jesús Tomillero, un chico linense que ha tenido que dejar de ser árbitro de fútbol por declararse gay. O como José Belloso, un joven transexual cordobés que no pudo recibir el sacramento de la confirmación, tras haber completado la catequesis, al negarse el párroco a ofrecérsela. El propio alcalde malagueño, católico y cofrade, le entregó el premio.

Que el ´colega´ Antonio Ferre me invitara a conducir la Gala hizo que me sintiera útil disfrutándola. Orgulloso de todos: Gracias.