Ahora todo se mide, hay que medir y que haya algo por encima de otro. No basta con ser hay que tener y que se mida.

El pasado sábado mi amigo Ramón me decía que los que merecían un homenaje en la sociedad eran los que creaban trabajo, cuanto más mejor, crear mucho trabajo es muy bueno. Yo le expuse mis dudas porque un médico, un profesor o un ingeniero puede no crear trabajo y tener un papel más reseñable en la sociedad, o al menos en una sociedad sostenible.

Tener una cadena de tiendas de productos que al final no sirven para nada y que satisface una compra compulsiva no es mejor que un simple bibliotecario que conserva la cultura de un país. Por muchos puestos de trabajo que se consigan con esas tiendas.

Hay que medir pero ante la duda no siempre es mejor la medida más grande.

Retornos de inversión para acciones públicas, puestos de trabajo, impacto económico, público en Semana Santa, estacionalidad en los hoteles etc. Todo se mide, pero siempre hay un número para cada propósito y a veces ciertos números son como una manta corta, si tapa por arriba deja a la intemperie los pies.

En Málaga por ejemplo todos hablamos del éxito de calle Larios, es una de las calles más bonitas de las grandes ciudades de España y es muy visitada. Pero es a costa de invertir en ella decenas de miles de euros en recursos de los que sólo se benefician unos pocos propietarios, pues sus locales se revalorizan cada vez más y esto por acción u omisión, y aunque no sea el propósito perjudica a otras zonas de Málaga.

El metro, por ejemplo, un éxito en número de viajeros, pero ¿cuánto cuestan? ¿En cuántas cosas se podría haber usado esa inversión mientras se seguía mejorando la red de autobús?

Todo se puede medir, pero los números casi siempre esconden una intención.