Todo proyecto debe realizarse con unos objetivos claros que encaucen su desarrollo. Así, el proyecto de reforma de la Alameda Principal, propiciado por la inminente llegada del metro al centro de la ciudad, ha contado con un proceso de participación ciudadana inédito en Málaga, titulado «La Alameda, un proyecto de todos». Las encuestas realizadas han mostrado lo evidente: que el que fue el recinto más representativo de la ciudad es hoy inhóspito, y que sus principales problemas son la intensidad del tráfico y la falta de espacio público. Los objetivos demandados: reducir y remansar el tráfico rodado y recuperar el lugar para el uso común. Entre las distintas opciones técnicamente viables, los ciudadanos se han inclinado mayoritariamente por la peatonalización del andén central, muy por encima de la alternativa de peatonalizar los laterales. Lo que tiene toda la lógica, no por un mal entendido romanticismo sino por simple coherencia: el formidable dosel ofrecido por los grandes ficus ofrece un foro autónomo, sin contaminar por recorridos peatonales o actividades mercantiles que pueden darse en los márgenes de la Alameda. Un espacio único para que la ciudad se reconozca a sí misma, exactamente como se exige en las encuestas: áreas de estancia y un ámbito para eventos culturales (¡qué gran marco para la feria del libro!). Una ruptura de la linealidad rodada que apaciguaría el tránsito de vehículos. Y «técnicamente viable» según los expertos municipales. No es utopía, sino adecuación a los objetivos. Pues no. Nuestro gozo en un pozo. Mucha participación ciudadana y al final se mantiene el tráfico en el centro, por razones de movilidad y a requerimiento de los comerciantes. Justo lo que no queríamos. Nada de espacio para el encuentro, sólo aceras más anchas. Circulen, circulen. Consuman en las terrazas. Vuelta al siglo XX.