De nuevo, los toros a debate y no entre aficionados y anti taurinos, en esta ocasión es el coso malagueño el que está en mitad de la suerte. La propuesta por parte de la Diputación de Málaga de convertir la plaza de toros en un centro cultural, con actividad durante toda la añada, ha vuelto a reiniciar el sempiterno mano a mano entre la institución provincial y la Junta de Andalucía. El proyecto planteado -con una inversión de 4 millones de euros- se centra en la recomposición del edificio junto a la creación de salas de congresos, restaurante y espacios para exposiciones, idea oportuna para darle un uso más activo desde el ámbito instructivo. Sin embargo, este cambio de tercio ya ha oído «el primer aviso» por parte del Gobierno andaluz al recordarnos que La Malagueta es un Bien de Interés Cultural (BIC) y por ello cualquier intervención en el redondel está supeditada a la pertinente aprobación de la Delegación Territorial de Cultura, esto es, sin el visto bueno de uno de los matadores no hay posibilidad de entrar en faena. Así, la Junta restringe el propósito de la Diputación a un dossier que tiene que redactar Cultura ya que la plaza está sujeta a la Ley del Patrimonio Histórico. Una vez recibido este plan de forma oficial, la Delegación «dispone de tres meses para su elaboración». Este trámite retrasaría el comienzo de las obras previstas para después del verano.

Haciendo un símil con una crónica de Gregorio Corrochano dedicada a Juan Belmonte en 1917, la plaza de toros de La Malagueta no es tan sólo un ruedo. Es un símbolo. No se puede definir ni catalogar. Todos los cosos, desde los más clásicos a los más recientes, están perfectamente definidos y juzgados por relación o comparación. La Malagueta no tiene más modelo que La Malagueta. Que Dios reparta suerte.