En las últimas semanas, varias han sido las voces que se han elevado para acabar con el gigante que se le viene encima a Málaga. El gran hotel de lujo en el dique de Levante del puerto de Málaga, hace unos meses, no tenía mala pinta. Una apuesta por dotar a la ciudad, sobre la que no hay que decir que tiene en el turismo y en la acogida de visitantes uno de sus principales activos, de un gran hotel con mayúsculas, del que carece, aunque parezca mentira por la cantidad de establecimientos turísticos que hay repartidos por toda su orografía. La apuesta, que abriría sus puertas en 2020 si todo va bien, se ha encontrado con la oposición del grupo municipal de Izquierda Unida, que solicita un debate sobre el proyecto, porque cree que su ubicación eclipsará a edificios emblemáticos de la ciudad. Similar argumento defiende la Academia Malagueña de Ciencias y una plataforma ciudadana que conforman representantes de la cultura, la universidad y la arquitectura malagueñas, que sostienen que el mastodóntico edificio, proyectado en 135 metros de altura y más de 350 habitaciones, tendría un impacto paisajístico muy negativo en la ciudad, al romper la primera imagen que se ve desde el mar de la capital de la Costa del Sol. Es comprensible su oposición. ¿A quién no le fastidia ir paseando sobre las aguas de la bahía de Málaga, entre boquerones y sardinas, y ver cómo un enorme mamotreto hotelero oculta la emblemática Farola del paseo del mismo nombre o destaca bastante más que una Catedral que a duras penas ya emerge entre los edificios colindantes? Que no pega, dicen, tamaña monstruosidad que hace que a los responsables turísticos de Málaga le salgan chiribitas y pernoctaciones en los ojos, en una ciudad como Málaga.

Y aún sabiendo que es muy poco probable que jamás me tome un cafelito o un gintonic en esa terraza tan cercana al cielo desde la que sí que habrá una panorámica digna de contemplar, yo sí apuesto por un pedazo de hotel como la copa de un pino. Porque si esta misma oposición que surge cada vez que un proyecto innovador y moderno quiere establecerse aquí en Málaga o donde sea, estaríamos aún dentro de la cueva, atemorizados por cualquier agente externo a la que responderíamos con palos y piedras. Y no es plan quedarse metido en la cueva, con el día tan bueno que hace de playa.