Se me ocurre que en el escudo de nuestra ciudad junto a la «Muy Hospitalaria», que Málaga lo es y mucho antes de que en 1900 a los malagueños se les reconociera su valor en el naufragio de la fragata alemana Gneisenau, debiera figurar también nuestra ciudad como la muy consensuada, muy debatida o muy quijota.

Y no es que seamos quijotes, no, pero parecerlo lo parecemos cuando ante cualquier proyecto de ciudad, progreso o crecimiento, unos pocos, abriendo el debate de lo absurdo, consiguen sembrar dudas y ahuyentar a aquellos que pretenden invertir en nuestra ciudad.

Seguro que nada tendrá que ver, o quizás sí, que siempre sean los mismos, esos que se autodenominan progresía, progresistas o progres, los que dinamitan cualquier idea o proyecto de progreso. Una incongruencia, como tantas.

Después del ruido formado contra el proyecto de las Torres Repsol, ahora toca el hotel del puerto.

Los anti torres hicieron tanto estruendo que pareciera que la ciudad entera los secundaba. La realidad fue bien distinta, apenas fueron veinte personas los que lograron inmortalizarse, o mortalizarse, con aquella foto en la que querían hacer alarde de su respaldo ciudadano. Si la foto fue para llorar, para seguir llorando fue también la convocatoria ciudadana contra el proyecto. Apenas acudieron doscientas personas a la cita.

Ahora toca al hotel del puerto. Una inversión de más de 120 millones de euros que supondrá, una vez entre en funcionamiento, emplear de forma directa a 350 personas. Que sacará del paro a más de 1.280 trabajadores durante los más de 30 meses que dure la obra, y que dará a Málaga una imagen de modernidad a la altura de otras ciudades cosmopolitas.

Pues no, otra vez esa auto proclamada progresía, que sistemáticamente se opone al progreso, alza la voz pidiendo debate y consenso. El debate está bien, el consenso mejor aún, pero algunos entienden por debatir y consensuar imponer sus planteamientos aunque la mayoría no los secunde. Si antes defendían un bosque urbano, ahora pretenden un espacio público, lo contrario a generar la riqueza y el empleo que a la vez que demandan, dificultan. No nos olvidemos de que es la inversión la que genera riqueza, y esta a su vez empleo. Y de los bosques y espacios públicos no se come.

Esgrimir la defensa del horizonte cuando el hotel quedaría ubicado en el dique de Levante, allí al fondo, lejos del ojo avizor y silenciar que las grúas del puerto, más cercanas al observante, apenas miden veinte metros menos que el hotel proyectado, efectivamente es generar debate, el debate de lo absurdo. Como absurdo es el pretexto del impacto visual desde el mar salvo que alguno tenga la sana costumbre, porque sano debe ser sin duda, de pasear mar adentro y desde ahí contemplar la ciudad. En ese caso los paseantes marinos ya habrían descubierto, sin querer como Colón las Américas, que si hay algo que afecta al impacto visual de nuestra ciudad es la fábrica de cemento, pero lo hecho, hecho está, y al parecer lo que se pretende es paralizar.