La región lumbar posee unas fronteras imprecisas, de ahí las dificultades para someterla cuando se levanta en armas. Quienes han sentido sus embestidas saben que el dolor aparece cuando quiere y se va cuando le da la gana. Su intensidad, muy variable, puede provocar una molestia insignificante, pero también una parálisis total. Un día cualquiera sales de la cama y hace sol y tú estás eufórico porque tu madre muerta se te ha aparecido en sueños para decirte que no te preocupes, porque todo se va a arreglar, de modo que te diriges a la cocina, pones una taza de agua en el microondas para preparar el té, pero he aquí que al sacar la bolsita de la caja se te escurre y va a caer al suelo. Te agachas para recogerla y en ese mismo instante la región lumbar te declara la guerra. Ignoras con qué te han disparado pero lo cierto es que no puedes volver a la posición erguida.

Si la intensidad del dolor es de la de quedarse doblado, no te pone derecho ni una cita con el Rey, que es lo último que se suspende en la vida. Rajoy la retrasó dos horas, que ya es retrasar para un hombre que dispone de un equipo médico las 24 horas del día durante los 365 días del año. Y ese equipo médico está siempre ahí, a diez o doce metros de distancia, con sus desfibriladores y sus tensiómetros y sus estetoscopios, también con sus antihistamínicos, sus ansiolíticos, sus pastillas para el mareo y sus ampollas para el dolor de muelas. Significa que no tardan ni dos minutos en atenderle, aunque no lleve encima la tarjeta de la Seguridad Social. Tampoco se la piden.

Seguro que le hicieron de todo, desde un masaje a cuatro manos a la prescripción de medio quilo de antiinflamatorios. Había que salvar la cita con el Rey, a la que llegó derecho, pero grogui. Hemos de decir que se le notaba, ¿Y ahora qué? Pues a negociar con la región lumbar. Lo primero que tiene que averiguar es qué quiere: si más atenciones o la independencia. Se sabe de regiones lumbares que han logrado la independencia provocando daños irreparables en el resto de la geografía corporal. Nuestro consejo, pues, es que negocie, y que lo haga sin trampas, con sinceridad. Desde aquí le advertimos que se trata de una región difícil de la que solo nos acordamos cuando truena.