Que conste que a mí, lo de «vamos a tocar la guitarra porque es obligatorio en los cuplés», me hizo gracia. Y eso que ni es verdad, que no es obligatorio. El jaleo formado el jueves, al filo de la medianoche, por el joven cuarteto del Palo Los siervos de Alba ha sido mayúsculo. Un bochorno. Un mal rato. Como cuando metes la pata rajando de alguien que está a tu espalda, pero durante casi media hora. La actuación, sobra decirlo, zafia, burda, chunga de principio a fin, no estuvo a la altura. Ha sido difícil incluso repasar el repertorio completo para poder escribir con sentido estas próximas líneas sobre qué se debe llevar al concurso y qué no. Decir que fue de mal gusto, que no estaba ensayada, que fue un antojo de un grupito de amigos que quisieron probar suerte en el Teatro Alameda ­-porque dudo que aspiraran a llegar al Cervantes con semejante repertorio-, es lo obvio. Pero hay algunas reacciones al bochorno que han sido aún más sorprendentes que ver sobre las tablas del teatro a una conocida stripper malagueña vestida con la camiseta del Sevilla -que yo no la conozco, que me ha dicho un compañero quién es Alba-. Una vez perpretado el crimen, bochornoso para el público y a buen seguro para la propia agrupación, o al menos así se intuye en el tuit de disculpa del autor de la letra y la música, todas las reacciones han ido acompañadas de la misma pregunta: «¿Por qué no hubo telonazo?» Y es de justicia preguntarse por qué, si a media mañana la Fundación del Carnaval anunciaba que vetaba por dos años al cuarteto sin poder comparecer en el COAC siguiendo sus propias bases, ¿por qué no evitaron el mal rato completo en cuanto se vio que eso no podía tener nada bueno? ¿Qué estaba haciendo el jurado o los representantes de la fundación mientras que Alba recibía, con perdón, durante la parodia y el tema libre a diestro y siniestro? Y si a esta pregunta se quiere responder con la bandera de la libertad de expresión y con que el carnaval es la fiesta de la libertad, no entra en ninguna cabeza sensata que durante la mañana de ayer, las televisiones municipal y regional retiraran la imágenes de la actuación, como queriendo ocultar la realidad y aquí no ha pasado nada. Que, para bien o para mal, hay gente en Málaga que no tiene el nivel suficiente para hacer reír, o intentarlo, sin mal gusto. Que hay veces que las cosas no salen como uno quiere. Y que nadie es perfecto. Y eso, eso sí que es bochornoso.