Aunque sin duda tarde, hasta algunas empresas parecen por fin reaccionar frente a la clara irresponsabilidad de los gigantes del sector digital como Google, propietario además de YouTube, y Facebook.

Hasta ahora, las denuncias venían sobre todo de activistas, defensores de los consumidores, así como de gente que trabajó en el sector hasta que lo abandonó, desengañada para convertirse en sus mayores críticos.

Pero ahora, por ejemplo, el director de marketing de uno de los gigantes de la alimentación amenaza con sacar sus anuncios de esas plataformas si no asumen su responsabilidad de proteger a la infancia.

Un joven artista británico, James Bridle, que ha crecido con internet -con trece años tenía ya un ordenador en el dormitorio- ha escrito en internet un largo artículo de denuncia que ofrece abundantes ejemplos de los abusos publicitarios a los que se somete a nuestros pequeños.

Mientras investigaba el mundo de internet para el libro que preparaba y que piensa publicar este año, Bridle descubrió algunos de los vídeos que se distribuyen por Kid´s YouTube (YouTube para niños) y que miran al parecer millones de criaturas en todo el mundo.

En los más inocuos de esos vídeos se ve un primer plano de unos dedos mientras desenvuelven paquetitos con huevos como los de Pascua que llevan dentro coches o trenecillos de juguete, todos ellos de colorines.

Los vídeos llevan títulos en inglés como ´Surprise Play Doh Eggs, Beppa Pigs Stamper Cars o Kinder play Doh Sparkle Brilho´, es decir que combinan personajes de cómic con marcas publicitarias, incluido Disney.

Y, como señala Bridle, cuando acaba un vídeo, un algoritmo pone en marcha el siguiente, que tiene siempre alguna relación con el anterior de modo que el niño tiene difícil escapatoria. De esa forma se somete a los infantes desde muy pequeños a la más invasiva publicidad.

El artista británico pudo ver incluso cómo algunos personajes populares entre los más pequeños, al menos en el mundo anglosajón como Peppa Pig protagonizaban en algunos vídeos escenas de violencia e incluso de canibalismo.

Es posible, señala, que esos vídeos estuviesen dirigidos a los adultos, pero ¿hay alguna garantía de que no las hayan visto también sin querer cientos de miles de niños?

Como señala Tristan Harris, del Centro de Tecnología Humana: «Los dos mayores superordenadores del mundo están en Google y Facebook y su blanco es el cerebro de las personas, también de los niños».

El pasado septiembre, Sean Parker, que fue el primer presidente de Facebook, acusó a las redes sociales de explotar la «vulnerabilidad» de todos con «sólo Dios sabe qué efectos» sobre los «cerebros infantiles».

Y si hasta ahora se había criticado sobre todo a internet por permitir la difusión de material pornográfico o racista, pero ahora las críticas van más allá. Lo que está en tela de juicio es el modelo publicitario de esos gigantes.

El producto que más valor tiene para Google como para Facebook es la atención que diariamente les prestamos los usuarios, que se vende luego a las empresas anunciantes.

Se trata pues de captar por el medio que sea nuestra atención y mantenernos así cautivos durante el mayor tiempo posible. Y ello sin demasiados escrúpulos, es decir sin que importen demasiado las imágenes o las mentiras que se difunden por ese medio.

La socióloga Zeynep Tufecki, de la Universidad de Carolina del Norte, explicó recientemente cómo, tras visionar un discurso electoral de Donald Trump, YouTube le fue ofreciendo automáticamente material cada vez más radical hasta que terminó con propaganda nazi.

¿Quién controla todo eso? ¿Quién los controla?