De toreros y equilibristas

Tras la muerte de un torero en la arena no sólo no disminuye, sino que aumenta ese negocio… que demuestra así ser el de atraer a un morboso ‘respetable’ público (cada cual se enorgullece de lo que carece), ansioso de gozar viendo como hay quienes, por necesidad o ambición, arriesgan su vida para divertirles. De ahí que un Papa, tan válido como el actual, excomulgó por suicidas a los toreros, para no hablar de los que les pagan por exponer su vida por su diversión. Lo mismo habría que decir de los acróbatas, -como éste cuarto muerto, por actuar sin malla-, en el Circo del Sol, así como de quienes les pagan por arriesgarse a morir. Todavía tenemos entre nosotros demasiados sádicos con buena conciencia y todavía alguna tolerancia social.

María Faes RiscoMarbella