Nada me extraña de lo que sucede en Cataluña, era cuestión de tiempo que los independentistas sacaran la patita y de ellos el más cualificado, Quin Torra, capaz de dejar a la altura de un zapato a su admirado jefe, el cínico Puigdemont. La caverna más rancia y opresora se ha apropiado del gobierno catalán gracias a un designado por el dios Puigi y que, sin sorpresa, ha merecido los parabienes, sonrisas y golpecitos en las espaldas de quienes pretenden montar una república fuera de la Constitución y del Estatuto catalán. Una engañifa retórica, demagógica que tiene, ahora, como principal paladín a quien se especializó en insultar a España y a los españoles. Quim Torra está llamado a aparecer en la pequeña historia catalana como un personaje de trapo, como una marioneta pero, eso sí, con una lengua tan suelta como sus propias ideas. Los independentistas pueden estar satisfechos porque desde Berlín se eligió a quien les va a trazar el camino de la discordia, del enfrentamiento, de la ruptura, de la demagogia y del insulto. Para Torra no valen los paños calientes. República e independencia en el horizonte. Es una pena que, con tanta ligereza, se emplee la palabra república para definir un estado de ánimo cercano al fascismo, precisamente contra lo que la república y republicanos, aquí y fuera de España. El concepto república, por su historia y tradición, exige un respeto que estos republicanos de salón, trufados de intelectuales, han mancillado.

A Quin Torra le han caído todos los chuzos dialécticos del mundo y creo que se quedan cortos. El provisional presidente de la Generalit es un nazi de tomo y lomo, con capacidad para transitar por el fascismo sin que se le quite la sonrisa de la cara. Tiene escrito sus bendiciones a otros ultramontanos fascistas de pomposos apellidos catalanes y que fueron adláteres del nazismo alemán y del fascismo italiano. A este personaje lo tendrán de presidente de la Generalitat hasta que el fugado Puigdemont decida que debe caer. Quim Torra es un pelele en manos de quien se cree ser superior que en Berlín o en cualquier lugar de Europa montará su chiringuito para seguir dando la matraca de que España vive en la dictadura de Franco.

Desde estos lares de la España común asistimos, con escasa sorpresa, el devenir del proces catalán porque era lo esperado. Más de lo mismo para generar tan tremenda fractura social en la sociedad catalana que se tardará una o dos generaciones en cerrar las heridas abiertas.

Este señor que se alza con la presidencia de la Generalitat, con el apoyo de los compañeros cupaires, lo menos que ha llamado a quienes levantó Cataluña en los años sesenta y setenta, o sea andaluces y extremeños, nada menos que «bestias». Yo, que tuve que trabajar en Barcelona a principios de los años setenta, soy una bestia. Pero una bestia digna que se ganó el sustento de su vida sin la sopa boba de quienes viven como reyes republicanos a costa del erario público, o sea de tus impuestos y los míos.

Lo dicho, personajes como Quim Torra y Pudigdemont están llamados a salvarnos de la dictadura. ¡Que Dios nos coja confesados!