El Viernes de Dolores se ha convertido en una cita ineludible para todo cofrade que se precie. A los traslados de las hermandades que procesionan a lo largo de la Semana Santa hay que sumar las procesiones de las cofradías no agrupadas. Ayer procesionaron cinco: Gamarra, Encarnación de Dos Hermanas, Medinaceli, los Dolores del Puerto de la Torre y los Dolores de Churriana.

La primera en tomar la calle fue la asociación religiosa de Gamarra que, un año más, sacó músculo demostrando que, a pesar de no pisar la calle y sólo los aledaños del colegio, es una cofradía sin nada que envidiar a cualquier otra. El día fue especialmente significativo porque los estudiantes del colegio religioso estrenaron una nueva talla mariana obra de Ruiz Montes. El Cristo, por su parte, hizo una ajustada salida de la iglesia del centro educativo sobre el trono prestado por el Silencio de Álora.

Ya por la tarde, otros barrios hicieron hermandad. En Dos Hermanas los titulares de la Encarnación llevaron la devoción por el barrio. El Señor, portado por mujeres, la Virgen, por hombres. Ambos son tallas de José Dueñas Rosales. En Martiricos, el Señor de Medinaceli y la Virgen de la Candelaria comenzaron con 40 minutos de retraso la procesión, lo que lastró el resto de la salida en una hermandad de barrio que sí se atreve con el Centro.

Y para finalizar la noche, dos históricas. La de los Dolores de Churriana, que llenó sus calles blancas catequizando al distrito más retirado de la capital, con una estética dieciochesca, pues ambos titulares mostraban su pelo natural, en el caso de la Virgen de Dolores como novedad. Por su parte, en Puerto de la Torre la hermandad volvió a llenar el barrio demostrando que la unión hace la fuerza: un año más, de madrugada, hicieron el conocido como «amarre», con los dos tronos unidos avanzando por Lope de Vega en su regreso hacia la casa hermandad. La Asociación de Fieles de los Dolores de los Mártires también salió a la calle, pero en silencio y oración.