Existe un universo paralelo al gentío y a la muchedumbre que cada verano puebla las playas de la península. Allí, en el fondo del mar, a pocos metros de la costa aunque a kilómetros de la realidad, la soledad y el silencio sólo pueden ser recogidos por aquellos que encuentran en el buceo una vía de escape.

El auge de este deporte acuático en los últimos años ha encontrado una vertiente artística: la fotografía submarina. El buceo ha dejado de convertirse en un hobby y ha evolucionado para dar paso a la expresión bajo el agua reflejada en arte.

Precisamente en ese universo se mueve Esteban Toré Escofet junto a su pareja y co-fotógrafa Marta Maldonado. Este malagueño, de Torre del Mar para más señas, está a un paso de convertirse en el Robert Capa de la fotografía bajo el agua. Acaba de ganar el campeonato de Andalucía celebrado en Aguadulce (Almería) y en septiembre acudirá por vez primera al nacional que se celebrará en aguas alicantinas.

Esteban y Marta, que comenzaron a combinar la pasión por el buceo con la fotografía hace poco más de dos años, son ahora especialistas en la materia. Entre sus registros también se encuentra el sexto puesto que lograron en la IV edición del Fotosub, un torneo privado de gran caché internacional celebrado en Las Palmas hace unos meses donde acudió como invitado junto a los mejores del mundo.

Algunos de los puntos a favor que tiene este deporte es la capacidad para conocer mundo. La Herradura es su campamento base, pero Esteban ya ha recorrido medio mundo con su traje de buceo y con la cámara fotográfica colgada al cuello. Las Maldivas, el Mar Rojo, Indonesia, Canarias... El planeta se queda pequeño. "Vivimos de espaldas al mar", afirma este submarinista que a la vez encuentra la admiración en aquellos que echan un vistazo a sus obras de arte.

Elitismo. Sin embargo, la fotografía submarina sigue siendo un deporte elitista. Sólo el equipo fotográfico ya tiene un valor mayor a los 30.000 euros. Los viajes, el equipo submarino, la última tecnología en fotografía... todo tiene un precio y está al alcance de muy pocos. "Es difícil vivir de este deporte. Casi nadie es profesional porque la fotografía submarina no tiene apenas difusión, pese a que cada vez hay más gente que se lleva una cámara para bucear", afirma este arquitecto técnico que encuentra tiempo dos veces por semana para evadirse.

A sus 31 años, y pese a que está dando sus primeras ´brazadas´ en la materia, este malagueño tiene las ideas muy claras de lo que busca en una buena fotografía. "Cuando voy a captar imágenes siempre busco sobre todo el comportamiento de los peces. No sólo es buscar el pez. Intento recogerlo reproduciéndose, comiendo o durmiendo. En la competición es todo lo contrario. Tenemos un tiempo limitado para realizar las imágenes y todo es más difícil", afirma.

Cualquiera de sus instantáneas refleja la tranquilidad permanente en la que se vive ahí abajo. Un mundo, un ecosistema libre y sólo perturbado por el flash de una cámara. Sus fotografías hablan por sí solas y como si fueran monstruos sacados de una novela de ficción, las imágenes nos sobrecogen y nos acerca a un mundo aún por explorar. Bienvenidos al planeta de lo desconocido.