No era el rival más fuerte que podía tocar en el sorteo de los cuartos de final, pero tampoco el más débil. Se puede decir que el CAI Zaragoza es un enemigo de «dificultad media» pensando en el cruce copero que ambos equipos dirimirán el próximo jueves 6 de febrero, desde las 21.30 horas, en el Martín Carpena.

Los maños son un rival imprevisible. Y ahí es donde radica su peligrosidad. Es un equipo capaz de ganar en Málaga o en Bilbao, por poner dos ejemplos, pero luego incapaz de superar en su pista del Príncipe Felipe a rivales de pedigrí mucho menos elitista como el Gipuzkoa, el Iberostar Tenerife o el Cajasol de Aíto García Reneses.

El «jefe» de todo este cotarro es José Luis Abós. Dicen que nadie es profeta en su casa, pero este entrenador zaragozano de 52 años tira por tierra esta teoría. Es su quinta temporada en Zaragoza y no ha hecho el equipo nada más que crecer y crecer año a año.

Abós es un currante, capaz de sacar lo mejor de sus jugadores, un buen estratega y un ganador. Sus equipos apuestan por el juego colectivo más que por las individualidades y este verano tuvo que reinventarse tras perder a sus dos grandes bastiones de la pasada temporada: Sam Van Rossom y Pablo Aguilar, ambos ahora en el Valencia.

Es curioso que el CAI ha terminado la primera vuelta sin destacar especialmente en ningún departamento del juego, aunque con buenos números en casi todas las clasificaciones. Es el octavo mejor ataque, la octava mejor defensa, el quinto mejor en porcentaje de acierto desde la línea de tiro libre, el séptimo en lanzamientos de 2 puntos, el sexto en triples, el quinto que mejor rebotea bajo su propio aro y el cuarto que fuerza más faltas. Sólo está en las últimas posiciones en rebotes ofensivos (16º), recuperaciones (16º) y tapones efectuados (14º).

En su plantilla destaca la pareja georgiana fichada el pasado verano Sanikidze-Shermadini. Ambos cuajaron un gran Eurobásket en Eslovenia y llegaron tras el verano procedentes del Montepaschi Siena y del Olympiacos, respectivamente. Son dos jugadores determinantes en los esquemas de Abós.

El puesto de base está muy bien cubierto con Llompart y con Tabu. El balear es el cerebral, el director, el que pone la pausa y marca el «tempo». El belga de origen africano pone la chispa, es más imprevisible, un microondas para partidos atascados.

Por fuera hay una buena batería de tiradores. Stefansson, Tomás y Roll son jugadores que si tienen el día resultan muy difíciles de sujetar. También hay que tener en cuenta la polivalencia de Rudez, capaz de jugar de «3» y de «4», y al último en llegar, el otro gemelo Urtasun, Álex, que será otra amenaza maña desde el perímetro.

Por dentro, Joseph Jones pone los kilos en la pintura y Fontet será la última opción en la rotación. Está por ver qué pasa con el holandés Henk Norel, ya recuperado de su lesión, pero que ocupa plaza de comunitario por lo que para darle de alta deberá haber una baja de alguno de los extranjeros de la actual plantilla. Abós deberá estudiar qué le conviene más, si un buen refuerzo interior o perder tiro en el perímetro.