Con toda la épica del mundo, tras 45 minutos de baloncesto al límite y con el orgullo del deber cumplido. Así acabó ayer el curso baloncestístico 2013/2014 en Málaga. Ya habrá tiempo para hacer una valoración más sosegada de lo que ha sido esta temporada, pero un primer apunte sirve para afirmar que el Unicaja que echó el cierre ayer al play off es el mejor Unicaja desde que Sergio Scariolo cogió la puerta hace ya seis veranos y dijo arrivederci bambini. No ha habido ni títulos ni finales, pero la vuelta al ruedo del equipo anoche, con el Palacio entregado a la causa, tras consumarse la eliminación, es la constatación de que estamos ante una nueva era.

Me da igual el definitivo 3-1 en contra de esta semifinal, me da igual la desilusión de la derrota de anoche y ya ni me acuerdo de la «cagada» del día de la Copa del Rey. Más allá de estos 45 últimos minutos de la temporada, este Unicaja se merece el gran aplauso que se llevó ayer de su gente.

Después de los dos partidos de Madrid en los que el equipo de Plaza tuteó sin suerte al vigente campeón de Liga, campeón de Copa y subcampeón de Europa, después de la exhibición del martes, tan sorprendente como inesperada, y después de meter el miedo en el cuerpo al madridismo con la posibilidad de forzar el cara o cruz que siempre es un quinto partido de un play off, anoche no pudo alargarse el sueño.

El Real Madrid tuvo que sudar la gota gorda, defender como un poseso y acudir a la tan necesaria suerte de los campeones para doblegar la resistencia verde. No pudo en 40 minutos y necesitó los cinco del tiempo extra, en el que un triple afortunado de Sergio Llull, con 79-79, tras una defensa magistral de los de Plaza, fue la puntilla.

El partido de anoche, desde luego, no se pareció en nada a los tres anteriores. Ellos estuvieron muchísimo mejor y el Unicaja, sin embargo, lejos de la versión súper del martes. El equipo no estuvo tan acertado en ataque, no metió esos triples claves que te enganchan o te permiten coger una renta importante en un partido igualado y tampoco fue especialmente superior en el rebote (43-39) ni volvió a sorprender con su defensa. Quizás les pudo a los jugadores la presión de intentar devolver con canastas tanto ánimo de su afición, volcada desde el minuto cero con los suyos.

Ya se sabe que para ganarle al Real Madrid hay que hacerlo muy bien y esperar que ellos no tengan su mejor día. Ninguna de las dos cosas sucedió en esta ocasión. Y la consecuencia fue el 79-89 final. El Unicaja echó mucho de menos la aportación ofensiva de su tridente mágico de este play off. Granger no se estrenó hasta el cuarto cuarto, para solo 4 puntos en total. El uruguayo no estuvo fino en el tiro y el equipo lo notó. Las faltas privaron a Fran Vázquez de mayor continuidad durante todo el partido. Y Caner-Medley solo aportó 3 puntos entre los dos últimos cuartos y la prórroga. Demasiado poco para un jugador tan importante como él, sobre todo en ataque.

No hubo que esperar mucho anoche para ver que el paseo militar del martes iba a ser imposible repetirlo. El equipo merengue llegó ayer al Carpena herido en su orgullo. El baile cajista 48 horas antes encendió la luz de alarma en la casa blanca. Porque una cosa es perder y otra cosa es que te pasen por encima. Los cajistas habían ridiculizado al multimillonario proyecto merengue y la afrenta provocó como reacción una salida blanca mucho más propia del cuadro de Laso que lo que se había visto hasta entonces.

El Real Madrid quiso ganar desde su defensa. Apretó las tuercas atrás y atascó el ataque verde una y otra vez. Los blancos, además, pudieron correr y dominaron el rebote, algo inédito hasta ahora en toda la semifinal. Con canastas fáciles, los de Laso marcaron las primeras distancias todavía en el cuarto inicial (12-22).

Ayudados por un arbitraje demasiado desigual a ambos lados de la cancha, los blancos marcaron una máxima de 11, 21-32, a menos de siete minutos del descanso. Una técnica a Plaza y la tercera ¿falta? de Fran Vázquez acabaron por dinamitar un Palacio enfurecido con los tres del pito y su desafinado concierto.

Con el partido en una situación muy delicada, el equipo se vino arriba. Creció desde atrás, desde su aro y solo le faltó culminar algunas canastas que se salieron materialmente de dentro para incluso llegar al descanso por delante. El 35-37, no obstante, se dio por bueno.

La segunda parte fue más de lo mismo. El Madrid casi siempre estuvo por delante con un Felipe Reyes estelar. Pero el Unicaja aguantó todas las embestidas hasta forzar una prórroga en la que la pegada de Llull resultó determinante.

Ahora toca descansar. Ha sido una temporada bonita e ilusionante. Pero lo mejor, seguro, está por venir. En septiembre, más y mejor. Seguro.