El baloncesto jugó un papel muy importante en la comunidad judía del New York de comienzo del siglo XX. En 1930, Paul Gallico, editor de deportes del «New York Daily News», aseguraba que se debía a la biología. El baloncesto era un deporte que te hacia estar en alerta, ser ingenioso, astuto e inteligente. Aunque el dominio de los jugadores judíos del Lower East Side de NY tenía más que ver con la sociología. En esa época el baloncesto era un deporte de zonas urbanas y clases humildes.

David Vyorst revela en el documental «The First Basket» que el deporte de la canasta era la piedra angular de la vida social de aquella incipiente comunidad judía. En 1946, cuando se creó la NBA, cuatro de los cinco titulares de los Knicks de New York eran judíos. La primera canasta de la historia de la Liga la anotó un judío, Ossie Schectman. El ascenso social de la comunidad cambió su rol en el juego. En 1999 cuando se retiró Danny Schayes no había ningún jugador judío en la Liga y no lo hubo hasta que en 2006 llegó «Jewish Jordan». Eso sí, han copado los cargos de la Liga. El anterior Comisionado, Stern, y al actual, Sandler, así como 17 de los 30 propietarios de equipos son judíos.

Damon Farmar era un modesto jugador de las ligas menores de béisbol con muy buenos amigos, entre ellos las grandes estrellas Barry Bonds, Mark McGwire o Eric Davis, que incluso hizo sus pinitos como actor en «Talent for the Game». En Los Ángeles este afroamericano de religión católica conoció a una joven judía, Melinda, la hija del doctor Howard Baker, neurólogo del centro médico de la universidad de UCLA. Una chica de Bel Air con la que contrajo matrimonio. Al poco tiempo tuvieron un hijo.La adoración de Damon por Michael Jordan hizo que no dudara en el nombre de su primogénito. Se llamaría Jordan, Jordan Farmar. Los padres de Jordan Farmar se divorciaron dos años más tarde. Su madre pronto conoció a Yehuda Kolani, un judío de Tel Aviv que estaba de vacaciones en Los Ángeles y volvió a casarse. Judío ortodoxo, Yehuda adoptó a Jordan como su hijo y le crió en la fe. Apodado «Jewish Jordan» en UCLA, pronto se convirtió en un referente para su comunidad aunque siempre quiso ser un líder global. «Estoy orgulloso de ser judío, pero no juego solo para ellos. Quiero ser admirado por todo el mundo. Mírame, yo también soy medio negro», dijo en 2005. La familia, y sobre todo su hermana Shoshana, son muy importantes para Jordan. En su hombro izquierdo se puede ver un tatuaje de él y su hermana abrazándose, y con la leyenda «Sólo nosotros dos».

Jordan Farmar lidera en la cancha y fuera de ella a un Maccabi que es mucho más equipo de lo que parece. Con jugadores de gran calidad como Devin Smith, Randle, Pnini, Ohayon, Faverani, Landesberg, Rochestie, Mbakwe, Onuaku u Ofoegbu y jóvenes de gran impacto como Dragan Bender. El croata ha sido elegido hace dos días por los General Managers de la NBA como el quinto mejor jugador internacional fuera de liga detrás de Saric, Teodosic, Llull y Rudy. El Unicaja disputa esta noche un duro partido que nos indicará en qué momento está el equipo de Joan Plaza. Suerte.