El Unicaja tiene hoy en la Sala Pionir de Belgrado un atajo en el mismísimo infierno para dar un paso de gigante al soñado Top 8. Es cierto que falta aún un mundo, 10 semanas todavía de competición. Casi tres meses en los que puede pasar de todo. Pero viendo el nivel del actual Unicaja, su crecimiento en las últimas semanas y la confianza que está adquiriendo el equipo, un triunfo en la ratonera del Estrella Roja multiplicaría las opciones del Unicaja. Sería un aviso a navegantes. Un golpe sobre la mesa. Una seria advertencia a Lokomovit Kuban, Anadolu Efes o Panathinaikos. Un «puntazo» de límites desproporcionados.

Pero todo eso pasa por ganar hoy al Estrella Roja de Dejan Radoncic en su guarida del Pionir. La victoria le pondría el futuro color de rosa. El equipo lo sabe. Es consciente de que acumular tres victorias tras cuatro jornadas en el selectísimo Top 16 de la Euroliga le colocaría en una situación envidiable y privilegiada. Con ese bagaje, al equipo le valdría con ganar incluso los partidos de casa para, salvo extrañas carambolas, alcanzar el sueño de estar, por segunda vez en su historia, en el Top 8. Pero esas son palabras mayores. Y aún falta mucho tiempo.

Sería muy bonito ganar hoy, en una especie de ensayo general, en la caldera más infernal de Europa, preparando la finalísima del domingo en la pista del Real Madrid, con la Copa del Rey en juego, y con el Madrid herido tras perder anoche sobre la bocina ante el FC Barcelona en casa.

Sería el triunfo de la confirmación. Saber, con hechos, con una demostración colosal de fuerza en el Pionir, que las tres últimas victorias consecutivas son el comienzo de algo realmente bonito y esperanzador. Del Unicaja que quiere Joan Plaza. Que todos los aficionados desean ver. Y es que después de jugar en Belgrado, la Euroliga le ha reservado dos encuentros consecutivos en casa, ante el Anadolu Efes y el Lokomotiv Kuban. Así que hoy podría lograr el Unicaja un salvoconducto. O, si se torciera algún partido, un colchón para amortiguarlo.

El Unicaja afrontaba la jornada como segundo del Grupo E y anoche bajó, de forma temporal, a la tercera plaza por la victoria in extremis del Lokomotiv en Krasnodar ante el Panathinaikos: 76-67. Le vino bien el triunfo del equipo ruso, mientras que en Zagreb, el Cedevita al que el Unicaja desnudó en el Carpena la pasada semana hacía sudar sangre al todopoderoso Anadolu Efes: 84-70.

El encuentro es especial porque jugar en la Sala Pionir es una pasada. Y porque tras jugar en Belgrado el equipo se la juega en Madrid, el domingo a las 12.30 horas. Porque ésa será la madre de todos los partidos. En juego estará el acceso a la Copa del Rey de A Coruña del mes que viene. Un objetivo innegociable que el equipo malagueño debe cumplir. De lo contrario sonarán tambores de guerra. Y eso sería una verdadera lástima, porque al Unicaja se le ve ahora mucho más fino, con más sentido en lo que hace, consistente. Y deberá emplear esas mismas armas hoy. No debe guardarse nada. Porque el mágico ambiente del Pionir te empuja a darlo todo, a dejarte hasta la última gota de sudor y no permite ni respiros ni descansos.

El Estrella Roja, más allá de la mística de su pista, tiene un buen equipo. Jovic es un base de un tremendo potencial. Acaba de fichar al excajista Kinsey, que el año pasado brilló en Rusia. Tiene talento exterior y que a nadie le extrañe ver a Quincy Miller y Maik Zirbes en un «grande» la próxima temporada. El Unicaja lo sabe. Es consciente de que lo de hoy es algo más que un partido, en un fin de semana repleto de retos. Veremos de qué clase de pasta está hecha este equipo.