La fiesta que el Unicaja vivió sobre el parqué de La Fuente de San Luis, tras consumarse la victoria continental ante el Valencia Basket, se prolongó en las horas posteriores, hasta la llegada triunfal de los héroes de la Eurocup al aeropuerto de Málaga, bien entrada ya la madrugada de ayer jueves.

Tras las celebraciones en la cancha del equipo taronja, primero en la propia pista y después en el vestuario, la expedición cajista se trasladó al aeropuerto de Manises para emprender el viaje de regreso a Málaga, donde a esas horas la afición celebraba en las calles del Centro la espectacular victoria continental de su equipo en tierras valencianas.

Nada más montarse en el avión, la fiesta se desató en el interior del chárter fletado por la entidad de Los Guindos, con más de 110 expedicionarios entre jugadores, técnicos, trabajadores del club, políticos, aficionados y compañeros de la prensa. Ya en las escalerillas del avión había comenzado la algarabía, que una vez dentro del aparato de bandera rumana fue increscendo minuto a minuto.

Alen Omic fue el gran animador de la fiesta. La verdad es que el esloveno ha caído de pie en el Unicaja. Viéndolo celebrar el título, parecería que ha salido de la mismísima cantera de Los Guindos o, como muy lejos, de la del CB El Palo. Pero no, el esloveno lleva solo tres meses en Málaga y ya pasea su «unicajismo» como el que más, y a la más mínima oportunidad.

Las botellas de Botani, vino espumoso de la tierra, corrieron por el interior del aparato, todavía en la pista del aeropuerto de Valencia, esperando permiso para partir hacia Málaga.

Omic agarró la Eurocup y se la llevó a la última fila del avión, junto a Nemanja Nedovic y Dejan Musli. Los aficionados que así lo quisieron se fotografiaron con la copa al ritmo de la música de Jorge, el utillero del equipo, que ejerció de Dj con un altavoz muy potente.

Hubo también momento para los mensajes por la megafonía del avión del presidente, Eduardo García, y del capitán, Carlos Suárez. Se cantó, se bailó y se desató la euforia durante la hora larga que duró el vuelo rumbo a Málaga.

Los jugadores gritaron repetidamente: «Bonus, bonus, bonus», reclamando con sorna cobrar los premios económicos extra por la consecución del título.

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La afición recibe al Unicaja en el aeropuerto

Lo mejor, eso sí, estaba por venir. A través de los móviles y de las redes sociales llegaban fotografías de una terminal de llegadas en Málaga atestada de aficionados con camisetas verdes y blancas del Unicaja.

Las maletas tardaron muchísimo en salir por la cinta de recogida de equipaje, lo que prolongó la espera y el cansancio de todos ante el gran momento de la madrugada, que estaba todavía por venir.

La emoción se desbordó pasadas las tres de la mañana, cuando Nedovic se asomaba como avanzadilla del grupo al hall del Aeropuerto Pablo Ruiz Picasso. Allí, más de 500 aficionados -porque es que literalmente no cabía ni uno más- le recibieron al grito de «campeones, campeones», «somos de Euroliga» y cantando el himno de Pablo López.

Alen Omic volvió a erigirse como maestro de ceremonias. Fue el último en aparecer por el hall del aeropuerto, portando en sus manos el preciado botín del trofeo continental. La afición se volvió loca al ver de cerca la copa que horas antes había levantado Carlos Suárez al cielo de Valencia. El pívot esloveno ondeó una bandera cajista subido en una valla, animó al público y fue de los más aclamados.

El Unicaja, recibido por sus aficionados en el aeropuerto

El Unicaja, recibido por sus aficionados en el aeropuerto

Aunque el jugador más querido y vitoreado fue, sin duda, el «MVP» de la final: Alberto Díaz. El canterano malagueño, admirado como pocos, rehuyó el protagonismo, pero no tuvo más remedio que unirse a la gran fiesta, ante el éxtasis de la «marea verde», entregada al pelirrojo.

Fue verdaderamente emocionante para todos y, especialmente, también, para Joan Plaza, muy aclamado por la afición. El entrenador catalán llevó el trofeo de campeones de la Eurocup de una punta a otra de la terminal para que los aficionados la tocasen. Se desbordó la alegría, la emoción y las lágrimas de muchos aficionados jóvenes y no tan jóvenes, ansiosos de un día de gloria como el vivido ayer y la tarde-noche del miércoles

Fueron momentos colosales, emocionantes e inolvidables. Tras media hora de fiesta verde y morada, jugadores y aficionados abandonaron el aeropuerto. Eran más de las 3.30 de la madrugada. Con menos horas de sueño por delante, pero una experiencia inolvidable vivida: la fiesta de los campeones.