Chicos, ganar no es lo más importante». «Nosotros no perdemos, nosotros aprendemos». «Lo importante es participar». ¿Cuántas veces hemos usado alguna de estas frases? Normalmente las usamos cuando perdemos. Cada una de ellas tiene su parte de razón. Incluso su parte de verdad. Pero no nos engañemos ni intentemos engañar a nuestros jugadores. A nosotros los entrenadores lo que nos gusta es ganar. A mí como al que más. Ahora bien, no quiero ganar de cualquier manera. No todo vale para ganar. Respeto a quien no piense igual. No reprocho a quien me gane gracias a algún recurso o estrategia que no comparto. Hay que felicitar a quien te gana y tener claro que tú te mantendrás en tus trece de que no todo vale para llevarte el partido y que ciertas cosas jamás las usarás.

Para ganar hay muchos aspectos que son importantes. Hoy sólo quiero hablar de uno, uno que para mí es fundamental. Sin duda, si no compites es muy difícil ganar. Competir es ese verbo que a veces parece que da miedo usar. No quieres dar la imagen de un entrenador que sólo ve el objetivo cumplido si consigue ganar cada partido y que, si no consigue esa victoria, crea frustración en sus jugadores y, por supuesto, en él mismo. Nada más lejos de la realidad. Los equipos que compiten no son los que ganan todos los partidos. Son aquellos que hacen todo lo posible por ganar, ponen todo su talento y esfuerzo en beneficio del equipo para lograr ese objetivo. Pero, si cuando el partido ha acabado perdieron, felicitan al rival porque han sido mejores y tienen la conciencia tranquila de haber dado todo para evitar la derrota. Esos jugadores sólo piensan en el próximo entrenamiento para seguir progresando y prepararse para el siguiente partido.

La vida es competencia. En clase, en el grupo de amigos, en la universidad, en el trabajo... No pasa nada porque el baloncesto también lo sea. Esto les ayudará a formarse como personas. Y desde muy pequeños, sin miedo, que aprendan a luchar por ser mejores que el rival sin crear frustración. Ponemos el máximo esfuerzo para ganar, ese es nuestro objetivo. Ahora os pregunto: ¿Enseñamos a nuestros jugadores a competir? ¿Cuándo y cuánto lo entrenamos? En muchos casos sólo lo entrenamos el sábado directamente en el partido. Es el único día que de verdad compiten. No niego que cada sábado irán aprendiendo a competir mejor pero creo que no es suficiente. Esto hay que hacerlo cada día en cada entrenamiento.

¿Pensáis que vuestros jugadores tienen conciencia cuando están, por ejemplo, defendiendo uno contra uno si van perdiendo o ganando? ¿Qué pasa si pierden ese uno contra uno? ¿No repiten defensa? ¿Les toca atacar aunque hayan perdido? ¿Y si están tirando? ¿Compiten contra alguien? ¿Saben competir contra ellos mismos? ¿Hay algún objetivo en esas series de tiro o sólo tiran por tirar? ¿Ni siquiera cuentan las que meten o fallan? ¿Y si estáis trabajando cinco contra cinco? ¿Cómo hacéis? ¿Se lleva la puntuación de cómo va ese partido o da lo mismo quien gane o pierda?

Cada entreno debe ser lo más parecido a un partido. Debe ser competitivo desde el inicio. Tenemos que crear la conciencia en nuestros jugadores de que van perdiendo en ese uno contra uno, que cada tiro es para ganar a la pareja con la que están tirando, o que cada cinco contra cinco tiene puntuación El sistema de puntuación que queráis pero que los jugadores pongan todo su empeño en hacer lo posible para que su equipo gane esa serie de cinco contra cinco. Cada ejercicio de defensa, cada ejercicio de ataque, hasta las series de tiros libres tienen que ser competitivas. Y cuando estamos trabajando fundamentos también debemos inventar la fórmula para que se haga de una manera competitiva aunque estemos pendientes de los detalles técnicos del gesto que estemos trabajando.

Cada día cambiamos los equipos, los tríos, los quintetos o lo que vayamos a trabajar pero cada día trabajan compitiendo. Al final de cada sesión habrá un equipo que haya ganado y otro que haya perdido. No pasa nada. A prepararse para ganar en el siguiente entreno. Así no solo les ayudaremos a competir mejor el sábado en el partido sino también a formar su personalidad y prepararlos para la realidad de la vida que les espera fuera de la cancha.