El destino es caprichoso. Y ciertamente inquietante. «El Karma», lo llamó ayer Joan Plaza. Sea lo que sea, lo cierto es que el Unicaja pone esta noche punto final a su participación en esta nueva Euroliga, una competición extraordinaria, en la pista del vigente campeón, el Fenerbahce Dogus. Y lo hace justo el día en el que se cumple el primer aniversario de su Eurocup, lograda con sangre, sudor y lágrimas de alegría en La Fuente de San Luis de Valencia un inolvidable 5 de abril de 2017. Hoy todos son recuerdos. Y esas imágenes, todos esos flashes que van y vienen a la memoria, se mezclarán con la pena de poner punto final a un torneo sensacional, al futuro del básket europeo que ha nacido ya, y en el que el Unicaja ha competido de principio a fin.

El equipo malagueño se quedó sin opciones matemáticas hace ya algunas semanas de poder acceder al Top 8. Lo ha luchado. Contra rivales más fuertes económicamente. Ante clubes con Licencia A. Contra rivales muy poderosos. Y las fuerzas le han llegado para ser décimo. Por ahora, claro. Llega el Unicaja a esta última cita con el estímulo de tratar de luchar por acabar en la novena plaza. Es decir, por quedarse a una plaza de los ocho mejores de Europa. Para ello debe ganar en el «Ulker Sports and Event» al Fenerbahce de don Zeljko Obradovic. Palabras mayores, por supuesto.

Claro que los turcos no se juegan ya nada. Ellos son ya, pase lo que pase, segundos. El Fenerbahce posee un récord de 21 triunfos y 8 derrotas. Y no pueden desplazar al CSKA del primer puesto (23-6) ni ser despojados por el tercero, que es el Olympiacos (19-10). Pero el campeón, a medio gas, sigue siendo igual de temible.

El Unicaja necesita además que el Maccabi Tel Aviv caiga en su visita al Valencia. Un arma de doble filo, claro, porque ya sabemos que, en caso de derrota verde, y de triunfo de los perseguidores cajistas (Brose, Estrella Roja y el propio Valencia esperan ávidos), puede originarse un triple o cuádruple empate que perjudique los intereses malagueños.

La Euroliga le ha enseñado al cuadro verde que, además de ser siempre competitivo, tiene que saber rematar los partidos. Otro gallo cantaría si el equipo hubiese acompañado su buen hacer en la pista con más resolución, menos nervios y más clarividencia en las rectas finales de los encuentros. Pero esto ya no tiene marcha atrás. Hoy hay que disfrutar. Porque es la despedida oficial de la Euroliga 2017/18. Y para regresar a esta gran fiesta de los más poderosos del básket europeo hay que ganárselo en la ACB. La Euroliga ha sido una pasada. Un gran sueño. Como el que se vivió en Valencia, en esa remontada que ya es historia del básket malagueño y de la Eurocup. Hace hoy justo un año.