Hay toreros cuyo estilo está hecho a la medida de Pamplona y su feria. Y no hace falta decir qué tipo de circunstancias taurinas son las que más se valoran en el ciclo sanferminero. De la misma manera que hay que entender el carácter de estas fiestas sobre la base de ese tipo de torero.

En el escalafón actual es El Fandi quien más se aproxima al citado estereotipo. Torero bullidor, sin que ello signifique menosprecio, sobresale fundamentalmente por sus ganas en todas las secuencias de la lidia. Eje de los tres tercios.

No hay que decir que El Fandi se llevó de calle la corrida de hoy en Pamplona. Cortó dos orejas, aunque convendría advertir que lo de los trofeos puede ser lo de menos habiendo sido lo de más, pues fueron dos apéndices que no venían a cuento. Pero cualquiera se opone al clamor popular.

¿Fue buena la faena del granadino al toro segundo, al que desorejó por partida doble? La calificación de la misma es un verdadero ejercicio de reflexión. Una larga cambiada, ya está dicho, más el quite por chicuelinas intercaladas con saltilleras. Los tres pares de banderillas, uno de poder a poder, otro de dentro a fuera, y otro al violín. Y la manera de torear con la muleta, de rodillas en la apertura, corriendo la mano con cierta despaciosidad, y ya de pie con bastantes más prisas en lo que se conoce por toreo fundamental. Estuvo efectivo con la espada. Y ya.

Pero ahora hay que contar cómo fue el toro. Pedazo de toro, que desde el primer momento rompió a embestir por los dos pitones. Toro bravo y noble, con fijeza, prontitud y recorrido, abriéndose al final de cada muletazo para permitir también al torero los oportunos desahogos. Toro de ensueño.

Con el otro gran toro, el cuarto, El Cid estuvo solamente a medio gas. Faltó limpieza en algún momento del trasteo, pero hubo también fases en las que también se gustó en la interpretación. Cortó El Cid una oreja, pero era toro de dos.

Miguel Tendero, sin contar con un colaborador tan claro, tuvo también su oportunidad. Fue en el tercero, más blandito, al que había que empujarle hacia delante a base de temple. Terminaría apagándose, pero antes le enjaretó pases con mucha enjundia y naturalidad. Lástima del fallo con los aceros.