La gente, quizá incluso usted, se pregunta dónde está, por qué habla en boca de otros cuando el pueblo lo que de verdad necesita es la balsámica voz de su líder. Lo vimos hace unos días vestido creo de pingüino, pero quién nos dice que era él y no el doble que le ponen a los actores en las escenas de riesgo. Todos sabemos que allá donde haya un grupo de petimetres con cámara, micrófonos, y bloc de notas, puede saltar la liebre de una pregunta que, al no tener respuesta, pueda incorporarse en la misma pregunta. Me explico. Es el método de los reporteros de calle que alimentan a las productoras, y que se ponen en marcha en cuanto ven a un famoso. Esta banda se hace la fuerte en los aeropuertos, en el AVE, y en cuanto ven aparecer a una celebridad, por bajuna e irrelevante que sea, o mejor cuanto más bajuna e irrelevante sea, le asaetean con preguntas del tipo, Kiko, Kiko, se rumorea que tu ruptura con Jessica Bueno fue calculada para vender la exclusiva de vuestra vuelta, y que tu madre, Isabel Pantoja, está en el ajo, ¿es verdad?

Pues lo mismo. La semana pasada había mucho peligro en el aire. Era la primera vez en semanas que el Gran Líder tenía que abandonar su guarida y aparecer. Y lo hizo. El pueblo respiró tranquilo. Mariano Rajoy está vivo. ¿Seguro? ¿Dijo algo? ¿Quién nos convence de que un José Mota cualquiera no fingió su donaire, su barba facilona, su irresistible sonrisa? ¿Abrió el pico? No. Pues se siente. Y como la Pascua Militar es tan estirada, y el horno del rey no está para farras, ni siquiera dejan entrar a los reporterillos de calle que preguntan con la respuesta incluida, y persiguen, y provocan, y no sueltan la pieza hasta que la pieza escupe un sonoro titular, como aquel memorable pero claudicante «iros a mamarla» de José Sancho, por supuesto antes de ser el cardenal Vicente Enrique y Tarancón. ¿Qué ya dio la cara en la entrevista que le hizo la agencia EFE? Por favor, esa es otra forma de ganarse otras semanas escondido.

La sordera no exime

Y como a partir de ahora habrá que ir abriendo un rincón semanal al expediente de Iñaqui Urdangarin, engordémoslo con lo penúltimo. Que se libró de la mili porque, fíjense, está sordo como un tapial. La repentina incapacidad del yernísimo cuando tenía 24 añitos, ocurrió justo cuando le tocó ir a Ceuta a defender a la patria. Pero como a los pocos años se anunció su amor con la hija de papá, había que hacer algo. El expediente viajó de Barcelona a Madrid, y desapareció por milagro, y nunca más se supo.

Supongo que conocen la historia. Saltó con discreta cautela hace tiempo, pero es ahora cuando se recupera y baila en las tertulias, convertida en chóped con que rellenar el pan de la mañana, entre necias historias sobre la operación de nariz de Jesulín de Ubrique y divertidas historias de la operación de nariz de Jesulín ya que sigue los pasos de la gran dama del cuento chino, Belén Esteban, un pesadísimo trasto mediático que cada día hace menos gracia. Bien. En Espejo público me entero de todo esto. Y en Espejo público, que están a la última, no quieren soltar la presa del duque, más palmero que de Palma, y rescatan de no sé qué revista lo que dice Carmen Camí, ex de Mangarin, así lo llaman ya sin tapujos. Dice que cuando estaba con él no era tan ambicioso. Toma ya.

En la tertulia, además del inevitable Albert Castillón, que coge el expediente de la trola ducal y lo enarbola como si lo hubiera descubierto él en las tripas de la tierra, está una señora que me produce tiricia irrefrenable, María Eugenia Yagüe, otra que tiene los labios carcomidos por las mierdas que se meten algunas. La mujer de los labios rotos suelta la liebre. Y el programa, recogiendo la pieza, pregunta en la parte baja de la pantalla, ¿Mantiene Urdangarín relación con su ex? Toma y toma.

Así están las cosas en estas tertulias, parecidas a lo que escucho en la vuelta de Al rojo vivo, el programa matinal de La Sexta que presenta su director, Antonio García Ferreras. Es posible, piensa uno, que el imputado duque desempolve su sordera ante el juez para no decir ni pío, pero la Ley de enjuiciamiento criminal es clarita como la carilla de Jaume Matas entrando al grito de ladrón, ladrón, a la Audiencia Provincial de Palma, «cuando el procesado rehúse contestar o se finja loco, sordo o mudo, el juez le advertirá que, no obstante su silencio y su simulada enfermedad, seguirá la instrucción del proceso». Qué putada.

Ommmmm

Volemos de Palma de Mallorca, donde los silencios ya no valdrán nada, a Castellón, donde hay algunos tan rocambolescos y patéticos que nos dejan las tripas hechas cisco, de risa y asco. Todo a la vez. Al rojo vivo tiene a un equipo en directo en el aeropuerto -perdonen que me apriete el dodotis, pero veo que no podrá soportar tanto derrame-, donde el reportero Paco Beltrán muestra la estatua que los operarios siguen montando en una rotonda cercana a las pistas.

Así es, es la cara enorme de Carlos Fabra, un monumento al disparate, dice Ferreras, un monumento que recuerda al que los regímenes autoritarios dedican a sus líderes, asegura Eduardo Inda, una horterada, media el reportero. El gigantesco busto lo firma el artista local de las moñas y las florecillas en su barba, Juan Ripollés. Dicen que tiene cuatro caras, ocho narices, y ocho ojos. Nada que objetar. Pero una sola mano. Eso sí, abierta, para seguir llenándola. Pero oiga, dicen por ahí, que los del PP se han gastado 30 millones en publicidad de un aeropuerto que no tiene aviones ni, en tiempos, tendrá. Y qué. El sepulcral silencio de Rayoy, el artístico silencio del émulo de Fabra en un aeropuerto millonario que no sirve para otra cosa que para divinizar a los dioses terrenales, no es más que el contrapeso a un tiempo de bocazas. Ommmm. Rajoy lleva tiempo escribiendo las crónicas de su silencio, pero nadie le hizo caso.