Ha fallecido a los 58 años Ignacio Caparrós, profesor de Lengua y Literatura, exdirector del Centro Cultural de la Generación del 27 y, sobre todo, un amante de los retos literarios. Un cáncer terminó la madrugada del lunes al martes con la vida de un hombre capaz de escribir un libro, Agua sin cauces, compuesto por más de 800 versos sin un solo verbo, o de lanzar un poemario, Titúlame, un centenar de piezas con título invisible: el lector que acertara un título de uno de los poemas se llevaría 5.000 euros. Fue éste el desafío «más loco de todos» los que abordó.

Ignacio Caparrós (Málaga, 1955) fue licenciado en Filología Hispánica y profesor de Leguna y Literatura Españolas desde 1981. Entre 1996 y 1999 fue director del Centro Cultural Generación del 27 de la Diputación de Málaga. Publicó más de 20 libros y deja casi el doble de textos inéditos. De hecho, solía recordar que empezó a escribir a los 14 años pero que no empezó a publicar hasta los 38, por lo que en sus cajones había mucho material huérfano -dicen que casi 40 libros los habitaban-; por no hablar de tantos y tantos poemas que quemó.

Volúmenes Entre los volúmenes editados de Ignacio Caparrós cabe destacar Deseo de la luz, que fue Premio Bahía en 1998; y Del desencanto y otras pesadumbres, Premio Ciudad de Valencia Vicente Gaos (2000). Caparrós también ha hecho traducciones del francés al español de obras como la de Las flores del mal, de Charles Baudelaire, y la de El cementerio marino, de Paul Valery. Ignacio Caparrós obtuvo muy diversos galardones en poesía y prosa, entre ellos el Premio Bilaketa Villa de Aoiz, el Conrado Blanco de León, el Premio Ciudad de Archidona, y el Premio Olivo de Jaén, entre otros. Parte de su poesía ha sido traducida al francés, al árabe, al italiano, al búlgaro, al portugués y al georgiano.

Una trayectoria singular la de Caparrós, basada casi por entero en una pregunta retórica: «Por más nimio e intrascendente que sea algo, es susceptible de ser poetizado... ¿Por qué no hacerle un poema a un tapón o a un mojito?». Y una obra escrita casi por entero en una mesa número 1 del bar Flor, frente a la plaza de toros de La Malagueta, donde el literato y docente acudía cada tarde desde hacía más de cuarenta años a observar y escribir. Ayer faltó a su cita.

Adiós a un creador y gestor singular, a veces extravagante para muchos, pero, sobre todo, «un intelectual de primera», como le definió ayer su amigo Joaquín Ramírez, expresidente del PP y senador. Mientras, suenan unos versos de su poema Manual de conductas, que bien podría ser el compendio vital y creativo de Ignacio Caparrós: «El homenaje humano es heno ardiendo/ Sólo debes buscar por recompensa/ haber hallado en ti, nunca expresados,/el verso y su temblor en tus visiones». Descanse en paz.