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Crítica

Rodrigo y Tchaikovsky en los atriles

El Auditorio Edgar Neville puede sentirse orgulloso por firmar uno de los conciertos más importantes de la temporada coincidente con la celebración del ciclo extraordinario que la OFM dedica a la figura del gran compositor ruso P. I. Tchaikovsky con motivo del ciento setenta y cinco aniversario de su nacimiento. Importante apuesta de la Filarmónica de Málaga que subía en un mismo escenario a la JONDE y el guitarrista español Pablo Villegas todos bajo el sentido musical del maestro José Ramón Encinar. Concierto que lo tuvo todo para levantar a un auditorio, algo inquieto, pero también para asegurar que la gran música sigue viva. Los buenos magisterios obran momentos irrepetibles.

La JONDE iniciaba, hace más de treinta años, un camino formativo y profesional consolidado a lo largo del tiempo en el amplio catálogo de solistas y directores que han ido pasando en sus distintos encuentros, pero también como referente para las nuevas formaciones que se han inspirado en su perfil. En este sentido, la OJA o la JOBA, a los que tan vinculados está la Filarmónica, surgen como destellos en Andalucía del trabajo realizado durante estas tres décadas en la formación de los jóvenes instrumentistas.

Tres obras en programa, con una primera parte netamente española, y hasta cuatro bises llenaron dos horas amplias para homenajear al gran músico admirado por Stravinsky. En unos instantes se hicieron realidad los puentes que unen las escuelas española y rusa, cercanas en las ideas, distantes en lo geográfico. La simple idea de una pincelada de nuestro acervo en la compleja personalidad de Tchaikovsky plantea también su en el propio sentido de la construcción melódica del maestro Rodrigo. A comienzos de la década de los veinte de la centuria diecinueve aparece, atraído por los encantos de cierta bailarina, en la corte de los zares el guitarrista y compositor Fernando Sor quien firmaría el ballet Hercule et Omphale. La desenfada obertura de tintes mozartianos servía de prólogo a la presentación en Málaga de la guitarra de Pablo Villegas.

R. Frúbeck de Burgos apadrinó con la Filarmónica de Nueva York la presentación del guitarrista riojano. Villegas marca cercanía con el oyente; su sonido evocador, lleno de matices encierra una técnica que en la sala de conciertos acapara el espacio con notas cargadas de personalidad. Su talento no es otro que el estudio y cincelado de cada obra que aborda. Tal es así, que en su lectura el Concierto de Aranjuez apetece renovado, desvestido de los dejes de otros solistas para reverdecer en la esencia evocadora e imaginaria que el compositor retrató en la partitura. En este sentido, la figura del maestro Encinar y su profundo sentido de la dinámica extrajo todos los colores del conjunto sinfónico.

Cuatro movimientos estructuran la última página sinfónica escrita por Tchaikovsky, su joya más personal. José Ramón Encinar, lejos de efectos e improvisaciones en el podio, marcó una tensión constante entre los jóvenes intérpretes de la JONDE hasta dibujar una versión fiel al sentido introspectivo que acoge la Sexta Sinfonía. La oscuridad del tema introductorio contrastaba con un segundo motivo cantabile prólogo al tempo de vals del segundo movimiento. Anotar también el correctísimo sentido del tiempo, el color y la dinámica propuesto por el maestro Encinar dando sentido al desenfreno del allegro molto vivace para descender, finalmente, al adagio lamentoso conclusivo, colmado de serenidad, diluido en el silencio como si de un último motivo escrito por Tchaikovsky se tratase.

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