El torero del malagueño Jiménez Fortes está hecho de valentía y pundonor, de riesgo y emoción. Y lo demostró una vez más en su compromiso más importante de la recién iniciada temporada, su tarde en Las Ventas, en San Isidro. Por supuesto, pagó el precio: el diestro de 24 años resultó herido de gravedad en el cuello en el transcurso de la faena de muleta al sexto toro del festejo. Antes, en su primera faena, paseó una oreja de mérito y lidia de acero. La gloria y el infierno, en una tarde.

El momento del percance sobrevino en la faena de muleta al sexto toro, de la ganadería de Salvador Domecq, el cual se le vino al cuerpo del malagueño, encunándole y lanzándole por los aires, y una vez en el suelo volvió a hacer el astado por él corneándole de forma certera en el cuello y levantándole con el pitón dentro. Fortes entró en la enfermería consciente y hablando, sin sangrar tanto como se podía esperar -fueron dos cornadas, una en cada lado del cuello, espeluznantes que conmovieron al respetable-. Minutos después, el médico ofreció el pronóstico: «Dos heridas por asta de toro, una en región cervical derecha con trayectoria ascendente y hacia dentro de 15 centímetros que bordea la glándula tiroide y esófago, contusiona la vena yugular y la arteria carótida y llega a la fascia prevertebral; y otra en región submandibular izquierda de 10 centímetros que bordea parótida y lesiona músculo esternocleidomastoideo. Pronóstico grave». «Ha tenido mucha suerte, dos centímetros más y no lo cuenta», manifestó el cirujano jefe de la plaza de toros de Las Ventas, el doctor Máximo García Padrós. Después, llegó la UVI móvil y, entre aplausos de la afición, Jiménez Fortes fue trasladado a la clínica San Francisco de Asís de Madrid.

No se merecía la tarde, y mucho menos Jiménez Fortes, el dramático final que tuvo. La imagen del torero sangrando por el cuello, las cuadrillas llevándole a toda prisa a la enfermería taponándole con una toalla la hemorragia evocó, y mucho, a la cornada que sufrió Julio Aparicio en 2010 en esta misma plaza. Recuerdos espantosos y estremecedores que ayer, desgraciadamente, sobrevolaron nuevamente por el cielo madrileño.

Fortes fue, por tanto, protagonista de la tarde para lo bueno y para lo malo, pues además de la cornalón hay que apuntar que antes, en su primero, estuvo valiente como él sólo, con una quietud y una actitud de querer a toda costa para acabar arrancando una oreja de ley. Y eso que el toro no fue nada fácil, un astado bruto y muy desclasado, que, menos mal que no anduvo sobrado de fuerzas. Fortes se fue a portagayola, signo inequívoco de que hoy venía a por todas a Madrid. Muleta en mano, y tras una apertura por estatuarios, no dudó ni un ápice en la cara del astado, y eso que el viento dificultaba más si cabe su quehacer.

No importaba. Madrid es Madrid, escenario no apto para precavidos; y si bien la faena careció de componente artístico ­-era imposible ligarle dos pases- la emoción por la firmeza mostrada fue de aúpa. Un tío jugándose la vida a carta cabal. Las bernadinas finales, cambiando de pitón sobre la marcha y con el viento descubriéndole, fueron de infarto. Tragó más la plaza que él, o esa fue la impresión que dio. Espadazo a la primera, y oreja, premio merecido por lo trabajado y dispuesto que anduvo.

El resto de la corrida no sirvió ni para lo más mínimo.