Frío afuera y tanto corazón congelado en las aceras. Buscar el polo positivo en estos días en tan complicado como intentar buscar el negativo en tu mirada, el amor es lo único que nos puede salvar, refugio y mástil de bandera que da sentido al sinsentido.

El ser humano, ese que no pisa una iglesia, pero se gasta un millón de euros en iluminar la navidad, ese que abre la bocaza en los bares, renegando de una religión de locos, cuando la mayoría que está luchando contra los extremistas son musulmanes, ese que suministra, adiestra y azuza a unos tipos que acaban yéndose de las manos, patean avisperos sin pensar en las consecuencias, que luego debemos de pagar con miedo, sangre y terror en la calle los que no nos enteramos de la misa la mitad.

Doble moral, doble racero y doble sufrimiento siempre, mientras los responsables leen el periódico esperando que el servicio les traiga el zumo de naranja y aquí no ha pasado nada, con cuñados e hijos trabajando para las empresas de armas. Que os voy a contar que los cuarenta millones de analistas políticos que tiene este país no hayan destripado en sus palcos de hipocresía de redes sociales, todos son quejas, los que se ponen la bandera, los que protestan por los demás muertos, los que se quitan la careta de buenistas y se muestran tal y como son de idiotas. La lucha constante interior por seguir teniendo fe en una sociedad profundamente enferma, donde los mediocres son mayoría irrefutable e irremediable, parece ganarla por goleada el no, honrosas excepciones de una minoría aplastante de buena gente, con en tanque lleno de sentido común. «Cuando los ricos se hacen la guerra, son los pobres los que mueren» Jean Paul Sartre.

Hablando de gente con sentido común, Málaga está de enhorabuena respecto a lo musical, más de setenta músicos de todo el mundo, más de cincuenta conciertos gratuitos, en salas, bares, plazas, todos repletos de público ávido por música en directo y de calidad. Un tipo, Sergio García Orbegozo, cerebro y ejecutor de todo este bendito lio musical, para apoyar al Festival de Jazz de la ciudad con actividades paralelas, con un éxito atronador, quedando demostrado que hace falta abrir la mano ya a estas iniciativas y a la música en el centro con sentido, orden y responsabilidad.

Es curioso que no se haya escrito ni una línea de estos magníficos eventos, jazz infantil por la mañana, amable y familiar por la tarde, conciertos de calidad al atardecer en el Mercado, canalla jazz púbico (en los pubs) y una puñalada del jazz más salvaje en el corazón de los hipsters (Velvet) Round Midnight. Más de seis mil espectadores sin cartelería, con contactos, organización y financiación privada. Espero que tomen nota, la música no muerde, con horarios que concilien vecinos y público, mucho talento sin espacio donde desgranarlo en una ciudad como está, parece un chiste, los músicos y la minoría aplastante también vota queridos ediles.

Por mi parte sigo en la fase discográfica mandando y recibiendo propuestas para el disco, la parte menos artísticas pero la más importante, que curioso, mientras tanto me entretengo compartiendo escenario con mis queridos compañeros, ahora también en un trió de funk y blues, con el gracioso nombre de Funky Brewster, como excusa para sacar a pasear el órgano Hammond de dos plantas de mi Pancho Varona particular, Manuel Moles y el baterista soñado por cualquiera Jose Cantero. El estreno en la Sala Premier fue todo un éxito, con el público subido en las sillas, yo encantado en mi faceta más instrumentista, la próxima ocasión de vernos, será en la terraza gourmet de unos conocidos almacenes de corte anglosajón, este sábado sobre las siete de la tarde. En un tiempo donde el único código que se respeta es el código de barras, no hay nada más reconfortante que abrazarte a una Gibson 335 y olvidarte de todo, si dejar de ser un Peter Pan es volverse como más de uno, creo que podría vivir sin sombra perfectamente, buena semana queridos lectores.