En el Teatro Cervantes se representó Cartas de amor, a cargo de Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellán. Es un texto experimental que en origen se escribió para ser representado en una pequeña salita alternativa y que se hizo muy conocida en el off Broadway de finales de los ochenta. El formato no es sino la resultante del cruce de cartas que durante cincuenta años mantiene una pareja de amigos. Cincuenta años de cartas dan para mucho, sobre todo cuando la correspondencia resultó continuada y regular en el tiempo. Por supuesto es una ficción que nos da a conocer dos vidas, su entorno, sus dificultades su progresión en el tiempo y su influencia mutua. Dos vidas que no es que sean análogas pero que se mantienen fieles merced a su compromiso epistolar. Para ello dos actores de peso, de garantía, capaces de mantener una lectura dramatizada tan íntima. Dos caracteres con experiencia para expresar, con sólo la voz, la emoción que se desprende de las letras de unas cartas que no tienen rostro, que no tienen gestos, sólo palabras. Palabras de halago, amables, confidencias, medias verdades, mentiras, excusas y silencios. El director no ha querido quitarle su carácter íntimo a un espectáculo y lo envuelve en una discreta escenografía. Un ejercicio hermoso que logra no sólo la comprensión de los avatares de otros si no arrancar sonrisas, las de la complicidad.