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Crítica de teatro

Imágenes de guerra

Antonio Álamo versiona y dirige la obra El pintor de batallas de Arturo Pérez-Reverte, un proyecto que por primera vez lleva a los escenarios teatrales una obra de este afamado escritor, que se presentó en el marco del Festival de Teatro de Málaga. Una torre vigía del siglo XVIII sobre un acantilado al mar es el espacio de trabajo del pintor Andrés Faulques interpretado por Jordi Rebellón, donde sobre esa vieja pared redondeada compone un gran fresco de escenas de guerra. En ese recinto privado y particular irrumpe el actor Alberto Jiménez en el rol de Ivo Markovic, un croata que busca a un reportero gráfico de la guerra de Yugoslavia que le tomó una foto durante la contienda. El pintor es ese fotógrafo ya retirado, con una vida de premios y éxitos profesionales pero que carga con la angustia de haber sido testigo de tanta violencia. Su visitante inesperado busca venganza, su exitoso retrato portada de varias revistas le causó mucho sufrimiento durante la feroz contienda.

Se entabla un duelo dialéctico sobre el pasado, sobre las acciones y las responsabilidades, la violencia y la sangre derramada. El pintor se enfrenta al icono creado por él, a ese héroe de guerra del que no conoce nada, ni tan siquiera su nombre, surgido de un simple click de su cámara en medio de una barbarie. El croata quiere explicaciones y motivos antes de matarlo y el pintor no huye porque también necesita algunas respuestas, aclaraciones de su propio dolor. El juego escénico es melancólico, gris, angustiante, duro y frio.

La composición pictórica centra nuestras miradas, está viva y avanza en efectos audiovisuales de rasgos cubistas, transformando escenas de batallas y torturas, oscureciéndose paso a paso. Mientras debajo los protagonistas siguen enzarzados en sus diálogos de testigos, víctimas y verdugos, con dilemas afectivos y morales de infinita crueldad.

Alberto Jiménez compone a Ivo con un particular acento croata dándole mucha naturalidad, y moviéndose por el espacio escénico con una nerviosa agilidad. El espacio sonoro nos ubica en ese enclave costero rocoso con el mar de fondo, una voz en off de una guía turística nos cuenta detalles sobre ese edificio histórico. Allí donde Faulques intenta expiar todas sus culpas con un inmenso mural de todas sus batallas, sus propias experiencias y recuerdos, que son también los del propio autor, puesto que Pérez-Reverte fue reportero de guerra durante 21 años. Testimonios de todas las guerras, muchas veces banalizados por los medios masivos de comunicación.

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