Ha superado los cincuenta años sobre los escenarios, como Serrat, Julio Iglesias, Elton John, Pink Floyd o los Rolling Stones. Los años, las vivencias, ¿se van marcando en la voz? Supongo no es la misma, ni se canta igual.

La vejez cambia la voz, como cambia la piel, el pelo, todo. En general para peor. Todavía canto con placer. Y, claro, algo mejora con los años. Cuando era joven, cantaba con menor cuidado, con menos consciencia. A veces hay placeres más grandes en cantar ahora que cuando era joven.

¿Uno canta lo que es, lo que ha sido? Los aromas son los recuerdos que más se fijan en la memoria. Supongo que determinados sonidos también. ¿Recuerda qué música escuchaba de niño? ¿Le influyó?

Las canciones siempre tuvieron una atracción incontrolable para mí. No sabía que los aromas se fijan más en el cerebro. Posiblemente no en el lóbulo frontal, donde se da la consciencia. Recuerdos conscientes los tengo más claramente visuales y auditivos (además de táctiles) que olfativos. Escuchaba a mi madre cantar, escuchaba las canciones en la radio, escuchaba lo que se cantaba en la iglesia, en las ferias, en el carnaval, en terreiros de candomblé, en todas partes. Me acuerdo de muchas cosas que oí en mi niñez. Eso influye en mi música y en mi vida.

La música le viene de familia... y le va. Ahora canta con sus hijos Moreno, Zeca y Tom. ¿Ha visto cambiar la industria de la música a través de ellos, de distintas edades? Y no sé si al contrario, ¿ve perdurar en ellos su legado?

No creo que seamos una familia especialmente musical. Mi hermana Bethânia es una gran cantante, pero empezó queriendo actuar en el teatro. Yo mismo cantaba lo que aprendía de oído, pero diseñaba y pintaba, quería ser quizá pintor, quizá escritor. Cuando crecí, quería ser cineasta. La música me pegó así, por la fuerza que tiene en la vida brasileña. Mis hijos son más o menos como yo: podrían hacer otras cosas, pero la música se impuso. Moreno es físico. Tom era jugador de fútbol. Zeca podría ser un pensador o un empresario. Todos son personas especiales. Uno puede ver que lo que quiera que hicieran ellos, saldría lleno de luz. Moreno vivió el tiempo del CD, que para mí fue una novedad; Zeca y Tom, el tiempo de las plataformas de streaming, que para mí es todavía poco comprensible (como generadoras de derechos de autor o como soporte para álbumes conceptuales). Pero cuando cantamos juntos es la Luz lo que buscamos y muchas veces encontramos.

¿Qué música le gusta escuchar en casa, en el coche...?

En el coche me gusta escuchar la radio. Sobre todo las emisoras que ponen funk carioca. En casa, oigo otra y otra vez a João Gilberto, a Ella Fitzgerald, a Kanye West, a Anitta, a Ludmila, a Carminho, a Zambujo, a Thiago Amud. Con mi hijo Zeca, que vive conmigo, escucho cosas viejas brasileñas y también cosas nuevas de las producciones más experimentales del hip-hop que él admira.

Stefan Zweig vio en Brasil «el país del futuro» pero eso fue en el pasado, hace casi 80 años, ¿se equivocaba?

Tal vez. Me gusta su libro sobre Brasil (y las consideraciones que hace sobre nuestro país en su autobiografía). Es un escritor muy fuerte y bueno. No puede estar del todo equivocado.

¿Considera, con la perspectiva del tiempo, que el tropicalismo fue un movimiento de mucho mayor calado -cultural, social, político, incluso antropológico y filosófico- de lo que se apreció en su día? Usted tituló su autobiografía, que lo era también del movimiento, Verdade tropical, y verdad implica algo realmente profundo aunque tropical suela asociarse a algo más ligero.

Hubo quien rechazó la palabra «verdad» en el título del libro. Pero «verdad tropical» es algo como «clareza meridiana» -y en realidad era un juego de palabras con el título del bolero Vereda Tropical, o sea, era ya un chiste pop, propiamente tropicalista-. Nuestro tropicalismo, el de los músicos populares, fue lo que puede ser la música popular. Trajo algo de salud para el ambiente creativo, hizo pensar a mucha gente y abrió un diálogo con artistas plásticos de vanguardia, con poetas experimentales y escritores serios. Pero es algo que vive en el mundo de la canción. Pero sí, se puede decir que el tropicalismo fue algo profundo y ligero a la vez.

¿La música es un instrumento de transformación social? ¿de revolución?

Puede ser. La canción ocupa una parte tan amplia de la sociedad brasileña que lo que pasa con ella tiene valor político. No necesariamente canciones con letras que llevan ideas políticas, son más los cambios por los que pasa la canción como forma de expresión los que tienen impacto sobre la sociedad. No pienso en revolución: en general producen autocracias terribles. Pero una transformación importante sí puede darse.

A usted le costó cárcel y exilio, hoy ¿hay un retroceso en derechos sociales? ¿la autocesura es la peor prisión?

La peor prisión es la prisión física, donde los que tienen poder llegan a meter a otras personas. A mí me costó mucho estar preso y, después, exiliado: era como si mi propio país fuera mi enemigo.

Siempre ha sido muy autocrítico con su propia música, ¿conseguirá alguna vez estar satisfecho con sus composiciones? Por cierto, ¿sigue componiendo?

Pasé como dos años sin componer nada. Hace poco, mi hermana me pidió que le hiciera una samba para cantarla con Zeca Pagodinho, el genial cantante de samba de Río. Lo hice. Y ahora mismo empiezo a escribir una canción que me sorprende. Nunca me sentí satisfecho con una canción mía. Pero a veces oigo una vieja canción que compuse, y de la que ya casi no me acordaba, y la encuentro llena de encantos.

Ha dirigido, ha colaborado con directores como nuestro Pedro Almodóvar ¿Le ha quedado la espinita de dedicarse más de lleno al cine?

Sí. Me gustaría dirigir películas. Sobre todo en Bahía, hacer películas que retrataran lo que veo de Bahía y cómo lo veo. Pero hacer cine es una cosa muy compleja, toma tiempo, exige dinero, es demasiado. Puedo hacer una buena canción sin nada en las manos (en la prisión, hice Irene sin guitarra, sin nada- y es una canción que me gusta). Una película toma años: escribir, conseguir producción, hacerla y tratarla después. Es mucha cosa.

De no haber sido músico, cosa que parece poco probable, ¿qué habría sido?

Haría cine. Escribiría libros. No sé. Hubo un tiempo en que me habría gustado ser profesor. Pero nunca me pareció poco probable que yo no fuera músico.

Usted, que es tan filósofo, dígame ¿cómo ve el mundo? ¿cuáles son sus esperanzas y sus temores?

El mundo ahora mismo está como loco. Estamos viviendo un tiempo de cambio hondo y largo - quizá enormemente largo-. Tengo miedo y esperanzas igual de grandes. Pero no soy filósofo.